Por Salvador Hernández LANDEROS
Cándido García Gaytán fue un Comandante “de mucho peso” en la extinta Policía Judicial del Estado.
Fue policía uniformado y de los primeros en integrarse a la Policía Preventiva Investigadora.
De allí pasó a ser Agente del Servicio Secreto, corporación que después se conocería como la temida Policía Judicial del Estado…
Se retiró como Primer Comandante de la Sección de Robos en la década de los 90as
Quienes conocimos al Comandante Cándido, sabíamos lo que en verdad pesaba para la solución de los robos.
Exigente, sagaz, picudo como todos los Comandantes de esa época en el Servicio Secreto, corporación investigadora que inició sus funciones en 1957.
La Policía Secreta desapareció en 1967 para convertirse en la Policía Judicial y actualmente Policía Ministerial, llamada así desde 1998
Creo que yo corrí con suerte. Me lo gané, le caí bien y el Jefe Cándido me brindó su confianza.
Con él y con los demás Comandantes y la mayoría de los agentes comprobé lo que un día, en 1970, me dijo Don Ramón Pedroza Langarica, mi primer director en el Más Noticias y después en El Diario de Monterrey y Extra, Diario de la Tarde.
Salvador, me dijo: “Un periodista policiaco se forma con el respeto a la labor policial y el cultivo diario de la confianza; el que no traiciona la amistad de los policías, el que cuida y protege a sus fuentes”.
Un consejo que siempre he agradecido y llevado en mi mente y hasta en mi corazón. ¡Gracias Don Ramón!
Regreso con mi Comandante Cándido García, hombre tosco, pero con un corazón noble. Me entregó su amistad y hasta la broma me permitió.
Un día, muy atrevido le dije: “Es falso Comandante que digan que usted tortura a los detenidos para hacerlos confesar”.
Se me quedó viendo y muy serio me contestó… “En eso tienes razón, pero dime quien te lo ha dicho”.
Sonriendo le dije: “¡Los mismos ladrones detenidos mi Comandante!”.
“Ellos dicen que le piden a usted que los cachetee, que los lleve al agua, que los golpee para aventar la sopa”, pero eso sí, ¡Que no les caiga encima!…
Soltó la carcajada y me dijo: “Muchacho bribón, ya me madreaste”.
Haber, dirigiéndose a sus agentes les dijo, “agárrenmelo para subirme encima de este carajo”.
Las fotos que adjunto, las he conservado con mucha estima y ellas muestran la forma en que me permitía jugar con él, pero nunca, ninguno de los dos, brincamos esa delgada línea del respeto hacia nuestro oficio.
Con el transcurso de los años, nuestra amistad la continuamos al reunirnos los sábados a mediodía en el Restaurante AL, hasta el día en que se nos adelantó, cumpliendo en este mes cinco años de su partida.
Desde aquí hasta allá, muchas gracias mí Comandante Cándido García.
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