Por: A. C. Guerra
Alianzas infernales…
Hace poco más de 20 años, precisamente cuando estaba en marcha el proceso electoral del 2000 que llevaría a la presidencia de la república a Vicente Fox Quesada, terminando con una hegemonía partidista de más de 70 años, 73 para ser exactos, en el poder, surgieron los primeros esbozos de lo que posteriormente serían conocidas como “alianzas” o “coaliciones”, en las que algunos partidos, pequeños sobre todo, se mezclaban para poder hacer frente a una lucha titánica en la que la prioridad, para ellos, era la permanencia en el contexto político, esto es, alcanzar el porcentaje necesario para mantener su registro.
Obviamente que los conceptos “alianza” o “coalición” eran conocidos, pero en México prácticamente no se había tenido experiencia alguna al respecto, salvo alguna por allá por la década de los setentas, cuando la izquierda, representada por el Partido Comunista y el Partido Popular Socialista, decidieron ir de la mano, buscando precisamente lo ya mencionado: salvar su posición y, por ende, seguir disfrutando de los beneficios del registro, esto es, continuar pegados a la ubre presupuestal.
Desde que se empezó a promover como posibilidad la existencia de alianzas o coaliciones, manifesté mi muy particular punto de vista al respecto y señalé que me parecía(y me sigue pareciendo) que quienes pretendían este tipo de mecanismos para sumar votos, no tienen la menor idea del verdadero significado de la palabra DEMOCRACIA y que lo único que pretendían era luchar únicamente por el poder, esto es, la búsqueda del poder por el poder.
Ahora que se avecina el proceso electoral del 2021 cobra vida de nueva cuenta la idea de buscar la unificación de varios partidos, pero ahora, ¡quién los diría!, no para vencer al PRI, sino para aliarse a él con el propósito de impedir que el nuevo partido “Oficial”, Morena, se quede con “todas las canicas. Un frente común que ya hasta nombre tiene: TUCAMLO, o sea Todos Unidos Contra AMLO, estaría formándose para evitar que Morena mantenga la mayoría en la Cámara de Diputados.
Hay varios estados de la república en los que convergen en un mismo proceso electoral diversos cargos, entre los que destacan las gubernaturas y entre ellos se encuentra Nuevo León, entidad en la que se está manejando insistentemente la formación de ese “Frente Común” o Alianza, con una trilogía una tanto “campechaneada”, pues PAN, PRD Y PRI representan corrientes ideológicas diferentes y que como en el caso del PAN y PRD, hasta se contraponen, pero hete aquí que se habla de que, en caso de no concretarse tal trilogía, el PAN ¡sí le entraría a una alianza con el PRD!
Resulta por demás ilógico que dos partidos tan diferentes en sus respectivas corrientes ideológicas y en sus plataformas de principios, como lo son Acción Nacional y el de la Revolución Democrática, pretendan una unificación que se acercaría más a una “alianza infernal”, pues son prácticamente como el agua y el aceite, que si bien a la hora de mezclarlos pudieran permanecer unos minutos aparentemente “unidos” vía una fuerte agitación, posteriormente su densidad los llevará a ocupar el lugar que les corresponde.
Pero, ¿para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo? O sea, ¿Por qué tanto miedo a un partido que, al menos en Nuevo León, la poca fuerza y credibilidad que tenía la ha venido perdiendo en estos ya casi dos años de gobierno morenista a nivel federal? Se las pongo fácil: antes de las elecciones de nuestros vecinos de Coahuila, se hablaba de que Morena, que lucía muy fuerte, haría pedazos al PRI, pero resultó todo lo contrario. Aquí en Nuevo León, Morena está descabezado, sin rumbo, resquebrajado y es muy difícil que se reconstruya de aquí a que se llegue el día “D”. PRI y PAN llevan ventaja y tienen la palabra.