vie. Mar 29th, 2024

Por Raúl Guajardo

La semana pasada comenté la situación de la infraestructura educativa en el estado y los recursos que se requerirán para cuando llegue el momento de volver a clases presenciales o a esquemas híbridos.

Pero, independientemente de la infraestructura, la pandemia ha dañado el proceso educativo en el aspecto académico de éste, de una forma que aún nadie a evaluado fehacientemente.

No sabemos hoy cuánto han aprendido los alumnos de los distintos niveles educativos y cuánto han dejado de aprender, tampoco sabemos si hay forma de recuperar en el corto plazo lo que no se haya aprendido, ni siquiera si será recuperable.

Si bien se realizó el esfuerzo de continuar con el proceso educativo a distancia, la forma en que esto se llevó a cabo fue, por decirlo amablemente, sin una estrategia definida. Simplemente se lanzaron clases a través de la televisión y cada uno las aprovechó como pudo.

Por otra parte, los maestros no contaron con el apoyo de las autoridades para ser capacitados en el uso de las tecnologías que si bien son de dominio público, requieren para su mayor efectividad ser un manejo preciso por parte de quienes las utilizan. Dejaron a los maestros el problema de sacar adelante el proceso educativo.

Por otra parte, el impacto socioemocional que han sufrido los alumnos que se han visto aislados de sus compañeros y sometidos a una situación de alto estrés tampoco se ha estimado convenientemente.

Traerá serias consecuencias y debemos buscar una estrategia para superar los efectos negativos que éstas tengan sobre el aprendizaje futuro de los alumnos.

Nos enfrentamos a una situación inédita, debemos ofrecer soluciones también inéditas y hay que construirlas entre todos a quienes nos apasiona la educación.

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