vie. Mar 29th, 2024

Óscar Tamez Rodríguez

Santiago Genovés en los 80´s demostró que la violencia es una conducta socialmente adquirida, que no nacemos violentos y en su caso es el entorno quien nos convierte en personas agresivas.

A pesar de los avances científicos, tecnológicos y de confort, pareciera que en la segunda década del siglo XXI los seres humanos incrementamos nuestra actitud violenta, lejos de entender la vida como un acto de paz, cada vez es más frecuente la agresión a terceros.

Las personas violentas tienen un patrón conductual, lo son en todo momento, lo mismo en el hogar que trabajo, convivencias sociales, familia, traslados y en cualquier sitio.

Explotan al mínimo incidente, su personalidad está programada para tener una palabra o gesticulación agresiva. Si se les observa a detalle, encontramos que su lenguaje corporal o kinestésico refleja esa violencia que invade el interior y busca por donde estallar.

La presencia de las redes sociales en Internet favorece desde el anonimato, la violencia escrita, algunos utilizan como diván de psiquiatra el chat de una red para emanar improperios y gran dosis de incultura e ignorancia.

Podemos atribuir al ritmo de vida urbano, a las crisis económicas, el clima, la miseria y hasta el entorno donde nos movemos como la causa, eso es parcialmente cierto, en todo caso son los detonantes a una rabia interna que ya se porta y busca salida.

Existe la violencia pasiva, esa que “no agrede” porque no se expresa a la persona agredida, pero que es igualmente reprobable, me refiero a la emitida al denostar, desprestigiar, difamar, hablar mal de otro por el simple motivo de que esa persona hace ver al violento en un espejo que añora y no puede acceder.

Luego del repaso a las diferentes formas de violencia, encontramos que se es violento o víctima de la violencia a todo momento, en la cotidianidad tanto como en eventualidades de “alto grado”, como llamaría a la implementada por delincuentes.

La violencia de las personas “normales” tanto como la realizada por la delincuencia organizada ha escalado al grado de regresarnos a estadios primitivos de nuestra evolución.

El canibalismo cada vez más recurrente en grabaciones entre grupos delincuenciales revive el primitivismo natural de aztecas, mayas y pobladores del noreste mexicano; se comen a sus víctimas para obtener su energía vital. Ahora resulta que la violencia también tiene connotaciones metafísicas, teológicas o hasta de rituales fenomenológicos.

Necesitamos como sociedad detener el ciclo violento. Para ello debemos trabajar con nosotros mismos, con quienes cohabitamos, con la familia. Hacer notar que hay tonos de voz, gesticulaciones, movimientos corporales o hasta expresiones que dejan ver violencia. Esto ayudará sin duda a quien no quiere ser violento, pero está teniendo arrebatos.

Las calles deben dejar de ser trincheras, nadie es responsable de nuestras crisis personales, no descarguemos la ira en el volante. Un gracias, una sonrisa, un saludo con la mano, un ceder el paso, el manejar cordial; pueden ser el gesto amable que acabe con el momento violento de otro conductor, practiquemos la circulación amable y cortés, esto nos hará mejores personas y mejores ciudadanos.

No está en nosotros erradicar la violencia social de los delincuentes, pero sí la formación de futuros ciudadanos no violentos, también es nuestra responsabilidad lograr entornos menos coléricos.

La lectura, el deporte recreativo, las expresiones artísticas y la convivencia familiar armónica nos alejan de la violencia y evita seamos portadores de ella.

Por Admin

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