mar. Abr 16th, 2024

Óscar Tamez Rodríguez
Democracia y militarismo son términos opuestos, antagónicos. Donde se gobierna en democracia, las fuerzas armadas no participan en actividades politizadas, donde gobiernan los militares no hay democracia.
En los gobiernos democráticos hay disensos, acuerdos, discrepancias; cuando gobiernan los militares todo es orden, autoridad, unilateralismo.
La democracia desde sus orígenes favorece el surgimiento de la política como forma de alcanzar acuerdos entre las diferentes concepciones para organizar y gobernar a una sociedad, a un Estado.
En esa interpretación, la política se entiende como oficio de poder y gobierno, en consecuencia, es una actividad subordinada a la democracia. Sin democracia desaparece la política como forma de construir desde la diversidad.
Ilustremos lo anterior, no hay democracia en el Estado ruso porque el gobernante es un cuasidictador, alguien quien ejerce el poder desde su personal poder, un gobernante quien reprime la libertad de expresión y las opiniones disidentes.
Su estilo de gobernar es mediante el poder de la fuerza armada, sea la policía interna o el ejército, para Vladimir Putin no hay conciliación, mediación o consenso, todo es el ejercicio de la autoridad suprema.
Un caso similar es Cuba donde el partido único ejerce el poder sin permiso a la discrepancia de opiniones, para el gobierno no existen espacios a los pensamientos discordantes con el de la autoridad o gobierno cubano.
La democracia establece puntos en común entre las opiniones diferentes, así se alcanza un consenso desde el cual se transita en armonía y paz, sin imposiciones.
Donde gobiernan los militares desaparece la democracia, la razón es sencilla, para los mandos militares el principio rector es el orden basado en la autoridad, mientras que los políticos construyen el orden desde la armonización. Como vemos son dos enfoques contrastantes.
Para escribir esta columna busqué en Latinoamérica gobiernos democráticos con militares al frente y no encontré alguno, lo mismo en Europa, los dos continentes donde se vive la democracia similar a la de México.
La democracia define gobiernos electos con base a un mandato superior al deseado por el gobernante, el cual se regula en una Constitución aprobada mediante el consenso con la mayoría de los ciudadanos con inclusión de las minorías.
En toda democracia el poder de las armas queda subordinado a los gobiernos civiles electos democráticamente; cuando este equilibrio se pierde se aproximan las sociedades a los gobiernos militarizados o autoritarios.
En Latinoamérica tenemos múltiples ejemplos de dictaduras soportadas por el poder de las armas, lo mismo desde la derecha como la izquierda, al final de cuentas el común denominador es el autoritarismo refractario a la política.
La democracia mexicana aún es frágil, incipiente como institución confiable. El daño provocado por anteriores gobiernos motiva a pensar que el exceso de autoridad puede ser una solución ante los abusos de la clase política.
La autoridad sin límites lleva a gobiernos absolutistas. Ejemplos los tenemos en Porfirio Díaz, Nicolás Maduro y Fidel Castro; ellos con cuatro cosas en común: son represores, unipersonales, autoritarios y gobernaron como el mejor monarca absolutista del siglo XVIII.
Antaño los golpes de Estado eran violentos, por las armas, en el siglo XXI parecen surgir desde el debilitamiento de la democracia, desde reformas a modo que les ceden el poder político.
Las dictaduras modernas pretenden surgir desde el republicanismo democrático constitucional.

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