jue. Abr 18th, 2024

Óscar Tamez Rodríguez
El nombre de la columna es Política e Historia porque son dos disciplinas humanas inseparables, el título de hoy hace referencia a esta relación que mantienen la política y la historia como actividades humanas y áreas del conocimiento social.
Lejos de pensar en la política como un acto oscuro, abigarrado, contrario a los valores humanos, es en la política donde se debe poner en práctica lo mejor del ser humano en su convivencia social.
Se debe partir del hecho que la política y la historia existen solamente entre el ser humano en sociedad, no son viables en el aislamiento ni en las actividades personales sin repercusión a terceros.
Se puede debatir que se requiere política para todo acto, otros defienden que la historia es la recuperación de hechos y que éstos existen más allá de que se narren o no; por sobre el debate filosófico en ambas disciplinas, lo cierto es que la política y la historia sólo tienen valor dentro de una sociedad, sea ésta una familia, grupo de amigos, comunidad o nación.
La política como arte de gobernar, como estrategia para acceder y controlar el poder, como elemento social para la cohesión de grupos o como herramienta para la convivencia armónica de una sociedad, es inherente a toda relación humana.
La política tiene aplicación para diferentes necesidades sociales, pero en todas ellas confluye la importancia por armonizar a los grupos, sea mediante decisiones consensuadas o por el sometimiento voluntario mediante un contrato social.
La historia representa el registro de los sucesos que marcan a un grupo social, evidentemente, entre más individuos sean afectados (para bien o para mal) por el evento, el hecho toma mayor relevancia histórica, su rescate para la memoria del grupo, adquiere mayor trascendencia. Quizá por ello, los políticos utilizan la historia para control, manipulación, avasallamiento o ideologización entre los gobernados o grupos con interés por controlar.
La historia permite la recuperación, reconstrucción o reinterpretación de los acontecimientos del pasado, sea cercano o remoto.
Es el historiador quien realiza la función social que tiene la historia para preservar, aquilatar o dimensionar los hechos históricos. Sin historiadores, toda sociedad queda condenada al ostracismo, a su extinción en el tiempo. Es el historiador quien recupera la memoria social de todo grupo y con ello, lo proyecta al futuro.
El 18 de octubre los historiadores nuevoleoneses estamos de manteles largos, es el día que la sociedad estableció mediante sus legisladores para reconocer la labor de quienes ejercemos el oficio de historiador.
Entre los historiadores de gran aporte se encuentran Fray Servando Teresa de Mier y Celso Garza Guajardo, dos nuevoleoneses distintos en su tiempo pero hermanados por el amor a la crónica y la historia. Junto a ellos se debe colocar en el altar de Clío a Israel Cavazos Garza, Eugenio del Hoyo, Isidro Vizcaya, Plinio D. Ordoñez, Santiago Roel, Francisco L. Urquizo y Timoteo L. Hernández, por citar algunos.
Es momento que los historiadores reflexionemos sobre el futuro de la disciplina, los riesgos por la sobreinformación que produce desinformación y consecuentemente “fakehistory”. El presente reclama comprensión, interpretación y análisis de los hechos pasados.
Es falso que la historia se estudia para evitar los errores del pasado, repetirlos es imposible, ningún suceso repite tiempo y espacio.
La política y la historia son indivisibles, quienes ejercen el oficio de historiador tienen la responsabilidad de procurar una relación objetiva y veraz entre ambas ciencias.

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