vie. Mar 29th, 2024


Arnulfo Vigil
Si de un tianguis se tratara, la Feria del Libro del Tec recientemente concluida tendría el primer lugar. Más bebidas que libros, más niños retozando como en un parque sin abrir libros, la mitad de los exponentes que antaño había, desdicen, en mucho, el valor de una feria del libro. Vaya, la Feria del Libro de Arteaga, Coahuila, es en mucho superior.
No es que haya perdido ritmo por los dos años perdidos por la pandemia, es que la nueva directora, Consuelo Saizar, no dio en el clavo, o, mejor, no supo qué era organizar una feria del libro. Y menos la del Tec. Por eso, esta edición, de hace una semana, estuvo debajo, muy debajo de las pasadas versiones.
No era ni la mitad de expositores anteriores. Faltaron muchas editoriales, entre ellas Era, la Universidad Veracruzana, Oaxaca. La queja de unos libreros coincidió en el precio tan alto que les cobraban. Así Colofón, una de las principales distribuidoras de libros provenientes de España y que siempre trae novedades importantes que no se consiguen en México, menos en Monterrey, sólo puso la mitad de sus catálogos: faltaron los libros de rock, los de novela policiaca. Sexto Piso, tan importante en México como en España, también: redujo su oferta al reducir su espacio. El metro cuadrado muy muy caro. Por lo tanto no quedó otra para los editoriales y librerías que aumentar el precio de los libros, medida que obliga a retractarse de adquirir algún volumen.
No se diga de las editoriales de la localidad. Ni una. Nada más los llamados escritores independientes, la revista Atisbo. Si la Feria del libro, según Saizar, es para promover el libro, ¿entonces por qué no tomó en cuenta las editoriales regias que hacen libros? ¿Por qué no tienen dinero para pagar? Entonces la Feria se trata de un negocio, no de promover el libro o la lectura.
Abundaron puestos de ventas de juguetes, vinos y mezcales, snacks, inciensos. Como todo un tianguis de frutas y legumbres. Un puesto de una chica que vendía sus novelas porno, otro puesto que venía separadores, otro vendía regalos. Nomás faltaron las fritangas y las gorditas de chicharrón. Y, por cierto, la comida carísima: 180 pesos un platillo. Y ni siquiera estaba bueno.
Y el famoso dinosaurio. La editorial invitada fue en esta versión el Departamento Editorial del Gobierno de Coahuila. Pero, oh desilusión, no trajeron libros. Uno que otro. Pero sí trajeron un dinosaurio robot. De la Feria siempre se presume la cantidad de visitantes, en este caso, fue de 270 mil personas o algo así. Pues bien, la mitad fueron a ver y a retratarse con el dichoso dinosaurio. Y esa mitad no compró ni un solo libro. Consuelo Saizar, importada de la Ciudad de México que no conoce la región, confundió la Feria del Libro con un parque de Diversiones.
Y se presume de la cantidad de visitantes, pero la mayoría eran mirones. De no ser así, los libros de las editoriales se hubieran vendido todos. Pero no, la gente va a mirar, a aventarse y a impedir que los verdaderos interesados en adquirir libros lo logren. Entonces eso no significa que haya muchos lectores o posibles lectores. Y lo mismo enumeran a los escritores invitados. Como si entre más escritores estuvieran presentes más lucimiento tendría la Feria. Lo mejor es siempre leer la obra del escritor invitado.
Quien dice que fue una gran Feria del Libro se equivoca rotundamente.

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