jue. Mar 28th, 2024

Óscar Tamez Rodríguez

La política es la función social responsable de dirimir los conflictos de forma pacífica, su labor radica en construir consensos donde no los hay, resolver las discrepancias mediante la justicia, la legalidad y la concordia.
En México se puso de moda la política de la discordia, es decir, la implementación de acciones tendientes a dividir, fortalecer el encono, enarbolar los disensos e impulsar todo lo que fracture a la sociedad, esto provocado por los mismos políticos.
México es una nación fraccionada desde sus orígenes coloniales, la marcada división de castas que luego se convierten en clases sociales y la extrema brecha económica fueron el común denominador durante el virreinato, estas diferencias sociales y económicas migraron a la naciente nación independiente.
La política en el país ha sido ejercida por las aristocracias donde se disputan los espacios de poder. No hemos alcanzado la democracia, entendida ésta como la posibilidad de acceder al poder sin distingo de clases sociales o económicas; democracia donde las capacidades marquen el desarrollo de las personas en el quehacer político.
Estas aristocracias se dividen. Desde su visión del mundo manipulan para establecer las ideologías políticas predominantes afines.
Durante el siglo XIX las aristocracias podían ser de izquierda o derecha, pues las izquierdas del momento pugnaban por la democracia y las derechas por la monarquía.
Esto cambia en el siglo XX donde tenemos socialismo y capitalismo como los grandes sistemas socioeconómicos que dividen al mundo occidental.
Sin duda el origen económico y social de las personas influye para acercarle a las diferentes fracciones políticas existentes; por ello es difícil encontrar empresarios en los partidos de izquierda del siglo XXI.
Las ideologías socialistas igualitarias son canto de sirenas en naciones como la nuestra. Un país con casi el 80% de su población en algún grado de pobreza es combustible para los incendiarios del sueño igualitario.
Agreguemos que el nuestro es un país de burocracias, un porcentaje cercano a la mitad de las personas económicamente activas viven directa o indirectamente del dinero público.
Esta gente ve la desigualdad existente pero no las condiciones que la generan ni la forma de resolverlas. El encono por los contrastes se exacerba en los gremios académicos quienes ven sus ingresos mermar mientras que en otros ámbitos se tienen mejores percepciones económicas.
Frente a la pobreza, la inconformidad por alienamiento profesional y la poca esperanza de movilidad, el sueño del socialismo surgido desde una revolución proletaria se convierte en el equivalente del mesías para los oprimidos hebreos del siglo II Ac.
La política de la discordia que enfrentamos sabe lo anterior y lo utiliza para sacar la rabia en los oprimidos, cubre la función del profeta, con la diferencia que el actual profeta no ofrece paraíso alguno, sólo busca exacerbar la ira.
Es dudoso que existan verdaderos socialistas o comunistas en la 4T, ninguno de ellos ha compartido su casa con algún menesteroso, son igualitarios de lengua.
Ante la imposibilidad de ofrecer soluciones a la miseria en el país, los políticos actuales se encargan de fomentar el odio, el rencor contra aquel que posee un poco más que el furioso.
La política no es para la discordia, por el contrario, su finalidad es conciliar, evitar que la ira, el encono y la violencia se apoderen de las sociedades. Seguir por el rumbo de las divisiones sólo traerá violencia y disturbios. ¿Por qué los políticos nos quieren confrontados?

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