vie. Abr 19th, 2024

Óscar Tamez Rodríguez
El domingo se expresó el pueblo bueno y sabio en las principales plazas públicas del país. La mayor concentración ocurrió en la CdMx donde acudieron cientos de miles en rededor del Zócalo capitalino y otros monumentos emblemáticos.
En Nuevo León asistieron más de medio centenar de miles, todos bajo un solo concepto, defender la democracia frente a las reformas que afectan a la institución democrática, el INE.
Las concentraciones en el país y la reacción del presidente obligan a inferir estas afirmaciones: las encuestas no son tan reales como se publican y la popularidad del mandatario no es tal como refieren las mediciones, ésta es mucho menor.
Nadie se ofusca con el rival cuando va ganando, ni en política ni en los deportes; recuerde amable lector, quien mete patadas en un partido de futbol siempre el que va perdiendo.
Las reacciones enardecidas del líder de la 4T contra los manifestantes son evidentes, los números de las encuestas son contrastantes con las protestas del domingo.
No vale la pena recordar que es el mandatario de todos los mexicanos, ni siquiera que es obligación del gobierno velar por el bienestar de todos, aún los que son antagónicos, políticamente hablando.
Con todo y el discurso juarista y maderista, el líder de la 4T se conduce muy porfirista. Autoritario e individualista, algo así como Antonio López de Santa Anna. Atacar desde la máxima tribuna del poder ejecutivo no es muy juarista ni democrático.
Podrá equivocarse el sector de la población quien salió a protestar, pero es su derecho y debe respetarse, igual se pudieron equivocar quienes votaron en mayoría por Morena en el 2018 y no por ello se les estigmatiza.
Quizá al partido hegemónico y a su líder lo que les preocupa es el perfil de los manifestantes. Como en su momento lo dijo el mandatario, a los pobres se les dan beneficios porque es una estrategia electoral, a quienes acudieron a manifestarse no había que darles torta y jugo, fueron por voluntad.
Algunos se organizaron para ir en camión rentado, otros de aventón, unos más en transporte público y otros en bicicleta, pero todos sabían a lo que iban y sus motivaciones; es ese perfil de ciudadanos que en su momento impulsaron la alternancia presidencial en el 2000 y en 2012.
Es predominantemente la clase media defendiendo su establishment, su condición de vida.
El 10% de la población con nivel de vida alto no se preocupa por el rumbo pues algunos tienen viviendas fuera de México y economía para subsistir en otros sitios, al 60% en algún grado de pobreza no le apura la democracia pues esos sobreviven igual sea con un socialista o un liberal.
La democracia en México y otros tantos países se define en las clases medias, ese 30% de mexicanos quienes son “aspiracionistas”, los que trabajan jornadas extras en su empleo para comprar en pagos un viaje a la playa, los que tienen una pyme, los que alcanzan un ingreso que les permite enviar a escuelas privadas a sus hijos con alguna beca de por medio.
Es la clase media quien se organizó para repudiar el autoritarismo gubernamental. Quizá lo que plantee la reforma político-electoral de la 4T sea benéfica, pero la forma en que se promueve e impone hace dudar de ella.
La exigencia unilateral motiva dos reflexiones: Que la 4T se ve perdida en el 2024 y desea manipular sin pudor las elecciones. También, que sus legisladores son empleados del presidente, no de la nación pues no tienen criterio propio al momento de votar una ley.
Se le dijo adiós al viejo régimen en busca de uno más democrático, no una izquierda bisoña que rememora los años 50´s.

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