jue. Mar 28th, 2024

Óscar Tamez Rodríguez
El 8 de marzo se conmemora el día internacional de las mujeres en recuerdo a un grupo violentado por causa de sus condiciones laborales, actualmente las causas que reivindican los grupos en favor de la igualdad son diversas.
Hoy se pide igualdad laboral, política y académica, hasta igualdad para ejercer la violencia. Las manifestaciones son para visibilizar los derechos humanos de las mujeres, sin embargo, algunas, llevan las protestas a un proceso de desahogo por violencia reprimida, son mujeres que lanzan un grito desesperado de ayuda por la violencia acumulada en su interior como resultado de sus vidas personales.
La violencia en una minoría que requiere sacar sus “demonios” demanda atención de especialistas pues son bombas de tiempo reprimiendo violencia la cual estallan a la primera oportunidad.
Escuchemos el llamado de las miles quienes marchan por exigir respeto a sus vidas, trabajos, decisiones, atención que merecen las mujeres por el sólo hecho de serlo. Una protesta cada año más visible y sensibilizada en la cual participan familias completas en pro de un derecho humano consagrado.
Lamentablemente no podemos desvincular la violencia de un grupo con la violencia que vivimos a diario como sociedad. Lastima saber que por ser mujeres, algunas se sienten con autoridad para patear y golpear a un hombre, la razón: que grababa los hechos en su función de periodista.
¿Acaso saben que sus actos son delictivos y temen ser identificadas? De qué otra forma se explica su negativa a ser videograbadas si miles de manifestantes mostraron orgullosas sus pancartas a los medios como una forma de visibilizar su repudio a lo que aún se vive con muchas mujeres.
Lo fácil es asumir posicionamiento a favor o contra las mujeres violentas, lo difícil es tomar el reto de acabar con su violencia reprimida y que al mismo tiempo terminen las causas que la provocan. Son mujeres de nuestra sociedad quienes viven violencia y por ello la reproducen.
En contraparte, tenemos grandes mujeres quienes han trascendido en la historia, ejemplos que superaron adversidades, condicionamientos sociales, carencias económicas; ellas deben paradigmas en la lucha por los derechos femeninos.
En un repaso rápido, puedo mencionar a Mónica Rodríguez quien al defender sus derechos sucesorios por herencia, pelea por las tierras que hoy pertenecen a Santiago, Nuevo León en la primera mitad del siglo XVII.
En la conquista de EUA a México entre 1846 y 1848, hubo entre otras una mujer quien trascendió por su valor y humanismo, Josefa Zozaya, ella curó sin distingo a soldados de ambos bandos.
Agreguemos a Andrea Villarreal en la lista de nuevoleonesas cuyo compromiso las lleva a anteponer sus ideales por sobre su interés personal, desde su activismo y su pluma, Andrea aportó a la revolución mexicana.
En los siglos XIX y XX, con la expansión urbana e industrial de Monterrey, cientos o miles de mujeres, anónimas por nombre, más no por su hazaña al contribuir con la grandeza industrial de Monterrey, fueron baluartes en industrias como las textileras, la mantequera, la banca y el pujante comercio.
En la política tenemos a Victoriana Martínez Chapa quien gana la elección de 1957 en Dr. González y con ello se convierte en la primera mujer nuevoleonesa en gobernar por haber ganado una elección.
Grandes mujeres en la educación, quizá la profesión más antigua donde las mujeres tienen un papel protagónico, entre ellas, María W. Benavides y Angelina Garza Villarreal.
Sí a visibilizar los derechos de las mujeres, no a la violencia aunque sea por causa justa.

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