lun. Dic 11th, 2023

Óscar Tamez Rodríguez
A Francisco I. Madero le debemos mucho de la forma democrática en que vivimos, gracias a él, la nuestra es directa, libre y secreta, además que impide la reelección de gobernantes.
Madero revoluciona la democracia, logra que el voto tenga el mismo valor para cualquier ciudadano con derechos electorales, además que se eliminan los impedimentos electorales por causa de carencias económicas.
Su campaña electoral de 1910 partió del lema “sufragio efectivo, no reelección” que significa el ejercicio de la voluntad del pueblo expresada en las urnas, entendiendo por pueblo a todos los mexicanos sin distingo de raza, credo o situación económica; además que impide la reelección, elemento democrático negativo en sociedades como la mexicana porque entroniza a los tiranos.
Nacido el 30 de octubre de 1873 en Parras de la Fuente, Coahuila, muere asesinado faltando meses para su 40 aniversario. En próximos días se alcanzan 150 años de su natalicio y es pertinente la reflexión sobre sus aportes democráticos a la sociedad mexicana actual.
Si alguna cualidad que a la vez fue defecto le podemos encontrar a Madero es su obsesiva convicción democrática que le llevó a cometer errores al triunfo revolucionario en mayo 25 de 1911 y que serían el origen de su muerte.
La revolución maderista no fue de origen social o económica como algunos la ven, fue inminentemente político-democrática, derivada del anquilosamiento del sistema porfirista y el enquistamiento del dictador a tal de modificar las leyes en beneficio propio.
Dos son los momentos previos determinantes a la decisión que toma el llamado “apóstol de la democracia”: la reforma constitucional de 1904 en la cual Díaz amplía el período presidencial a seis años y que revive la figura de vicepresidente extinta en la Constitución de 1857 por perjudicial en la cultura mexicana; el segundo momento: las declaraciones del dictador relativas a considerar “maduros” a los mexicanos para vivir la democracia.
Madero se lanza en campaña electoral y suma para sí a los clubes reyistas, las logias masónicas inconformes con Porfirio Díaz por su centralismo en esa agrupación, además de la nueva generación de empresarios y profesionistas quienes veían su futuro cancelado en la política a causa del gastado proyecto de adultos mayores porfiristas.
Bernardo Reyes era en 1910 el jovenzuelo del porfirismo, a sus 60 años era el proyecto de relevo generacional del sistema, sin embargo, se topó con las grillas palaciegas de José Yves Limantour Marquet y otros quienes consiguieron su destierro.
Madero es arrestado en la ciudad de Monterrey el 7 de junio de 1910 en medio de la gira proselitista, de ahí lo trasladan a San Luis Potosí de donde se fuga por tren a la frontera para luego albergarse en EUA.
En San Antonio lanza el plan de San Luis con fecha retroactiva del 5 de octubre de 1910 porque, fiel a su convicción, no podía emitirlo con la fecha de noviembre pues habría sido incongruente hacerlo desde suelo norteamericano.
La fecha para iniciar la revolución fue el 20 de noviembre; ésta es importante porque en 10 días, terminaría el período de gobierno vigente de Díaz a lo cual el mensaje era que no desconocía al actual gobierno, sino que se levantaba en armas contra el ilegal e ilegítimo nuevo gobierno (aunque fuera el mismo Díaz), con lo cual no alteraba la vida económica, diplomática, financiera y jurídica del país.
El plan de San Luis fue su documento rector, ahí exponía los motivos del alzamiento, los cuales nunca fueron de sustento agrario como luego quiso capitalizar Emiliano Zapata.

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