lun. Dic 11th, 2023


Gerson Gómez Salas
Garantizaron a los empleadores una generación servil. Les dotaron de las herramientas para cubrir con las vacantes. El pensamiento abstracto, la resolución de problemas en las industrias.
Resolver con la menor pérdida de tiempo el recurso humano. En las líneas de producción el taylorismo triunfante.
La mayor de ellas, el MIT nacional, el ITESM. A la altura del grupo Monterrey. En una zona venida a menos. Becarios de bajas posibilidades financieras en contacto con algunos de los herederos de las fortunas.
En las aulas se ganaron oportunidades laborales. Unos para la alta gerencia. Los otros, apenas para implementar las medidas de mejoras y automatización.
Los regímenes de los generales y los primeros civiles posteriores a la revolución combatieron a sus antagonistas históricos. Antes de convertirse en socios de facto. Con derecho de picaporte en las oficinas y en los presupuestos federales.
Nacieron las Universidades Públicas del siglo XX. Apenas con carreras hacia el humanismo. Fueron perdiendo su vocación generadora de cambio. Se les llenaron de grillos y elementos de resistencia corporativa.
A los presidentes en turno, la industria académica la contuvieron con las vacantes para abogados. La mayoría de los nombramientos se estrenaron en generaciones contaminadas. En la barbarie de repartir prebendas.
Desaparecer los beneficios del CONACYT y renombrarlo como Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONAHCYT) es un duro revés para la industria académica privada.
Se les cortó a muchos de ellos la categoría de investigadores. Los dineros integrados en un sueldo ficticio con cargo al presupuesto general.
Tampoco era tan importante. La fuga de cerebros nacionales al servicio de las industrias extranjeras. Desde el home office, con el uso de la red mundial, el ahorro en la transferencia de talento humano. Compiten con indonesios, árabes no extremistas, hindús, chinos y japoneses.
Sueñan con bitcoins, antes del colapso económico mundial.

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