Los estanques concentran el agua en reposo, no fluyen, están estáticos, a menos que una fuerza externa los ponga en movimiento para oxigenizarlos mejor.
Un estanque en calma puede reflejar el cielo mismo como un espejo; pero a veces, algo entra agresivamente y rompe esa calma, y la imagen del cielo se distorsiona, el interior se revuelve y comienza una onda expansiva que lo pone en movimiento, lo transforma y lo llena de vida.
Podemos imaginar esa onda pequeñita -al principio-, que se va haciendo cada vez más grande hasta que cubre toda el área, una tras otra, hasta que poco a poco la intensidad de las ondas baja, la calma viene otra vez y el reflejo del cielo es renovado con una dosis extra de oxígeno gracias a esa turbulencia.
Lo mismo sucede en nosotros. Nuestra vida está en reposo, hasta que Dios envía un ángel para activarnos, aspirar una porción extra de su aliento y renovarnos con una fuerte sacudida.
Cuando sientas que tu calma se rompe, recuerda lo que Jesús dice “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” en el reposo.
Jesús es el Señor del día de reposo. Él no vino a traer la paz, sino espada; Él rompe la calma de nuestra vida con Su Presencia y se glorifica en medio de ella para que reconozcamos que Él es la paz; Él está vivo para interceder por nosotros y sigue trabajando en nosotros.
Cada vez que algo rompa la tranquilidad del estanque en tu interior, recuerda que Dios quiere oxigenar tu vida, ¡dale la bienvenida!
¿Crees esto? Habla con Dios, lee la Biblia y descúbrelo. Solo la Verdad nos hará verdaderamente libres.
Jn 5:4-6 | Jn 5:17
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