Gerson Gómez Salas
Comienza la cuenta regresiva. Bailemos primero el tango argentino. A Javier Milei las elecciones intermedias del fin de semana le mostraron el rostro descontento del invierno austral.
Las medidas para control de hiperinflación resultaron impopulares. Cortado de tajo el gasto social. En las calles la indigencia, los vagabundos y los desempleados tomados de la mano.
A cacerolazo limpio retacaron las urnas. Gobernar mediante las redes sociales no es igual al peronismo. Milei resulta petulante y soberbio, incluso para sus ministros sobrevivientes a la poda del aparato burocrático.
Si a Javier le encanta cenar en la mesa de Trump, besar el muro de los lamentos o irse de gira europea, su argentinidad se va al palo. En las villas cartoneras ni siquiera el futbol adormece la falta de alimento en las mesas. Todo un lujo hacer tres alimentos. Tal vez dos y mucho mate, para cebar el hambre.
Francia, tan cosmopolita y primer mundo, hierve las conciencias. Libertad, igualdad y fraternidad, desde la toma de la infame Bastille, le costó las cabezas del rey tocado por el astro sol.
Millares de profesionistas, pensionados y estudiantes, simpatizantes como adherentes de los chalecos amarillos, desean frenar el alto costo de la vida. Temen modificaciones impopulares en retroceso a las actuales leyes de trabajo, jubilación y las leyes de inmigración de las antiguas colonias en África.
La borrachera de tinto, champagne y vida boba les expulsa del ritmo holgado. Emmanuel Macron, el presidente, además del nuevo primer ministro francés, Sébastien Lecornu, enfrentan la moción de censura desde el primer día.
Lecornu, quien remplazó a su predecesor François Bayrou, convirtiéndose en el cuarto primer ministro de Francia en apenas un año, se comprometió a consultar con todas las fuerzas políticas y sindicatos antes de formar su gabinete.
Miles de manifestantes reunidos en toda Francia para un día de acción nacional contra las políticas presidenciales bajo el lema “Bloquearlo Todo”.
Francia la segunda economía más grande de Europa y Argentina, la de los constantes saqueos desde la Casa Rosada, le miden el pulso real a la sociedad convulsa.
Por encima del misántropo populista de la Casa Blanca.