Luz María Ortiz Quintos
Lamentablemente, los actos de violencia escolar continúan presentándose. El pasado lunes, un joven agredió a una compañera a patadas. Ambos, de 17 años, son estudiantes de una preparatoria técnica ubicada en el municipio de Monterrey.
Los centros educativos enfrentan la necesidad urgente de reforzar la educación para la convivencia pacífica. La conducta violenta suele iniciar en la infancia y puede tener múltiples orígenes, resultado de una combinación de factores biológicos, psicológicos, familiares y ambientales. Entre estos se incluyen la exposición a la violencia, la frustración, disfunciones cerebrales, así como factores sociales como la pobreza y la falta de una estructura familiar y comunitaria sólida.
Incluso, algunos expertos llegan a considerar la violencia como una enfermedad mental.
Según la definición de la Real Academia Española, la agresividad es la “tendencia a actuar o responder violentamente”. También se define como la “propensión a cometer un fin, especialmente para dominar a alguien o imponer algo”.
Desde el punto de vista psicológico, la agresividad se considera un componente de la conducta humana orientada a satisfacer necesidades vitales, con el fin de conservar la vida del individuo o de la especie. Por ello, cumple una función adaptativa.
La violencia, en cambio, carece de este sentido adaptativo; su único propósito es causar daño.
Mientras que la agresividad está relacionada con comportamientos innatos, la violencia responde más a influencias ambientales y educativas.
En la práctica, agresividad y violencia suelen estar muy relacionadas, por lo que es difícil hacer una separación clara entre ambas; esta distinción es más académica que real, dada la complejidad de estas conductas. Se pueden identificar dos tipos de agresión: la impulsiva: reactiva, inmediata, y la premeditada planificada, “a sangre fría” de acuerdo a Andreu Rodríguez.
La agresividad ha sido fundamental para la evolución de nuestra especie, al tratarse de una característica natural que ha estado presente a lo largo de la historia. Sin embargo, esa misma historia demuestra cómo estos comportamientos han evolucionado, utilizándose muchas veces para someter a otros, y no necesariamente con fines de supervivencia, como se ha evidenciado en catástrofes masivas.
Se dice que el ser humano es el único animal que ejerce la violencia por placer.
En el caso de niños y adolescentes, muchos se vuelven violentos porque, previamente, han sido víctimas de violencia.
En consecuencia, la violencia es, en muchos casos, una conducta aprendida.
Está en nuestras manos romper ese círculo que perpetúa la violencia.