Por Salvador Hernández LANDEROS
Cuando era candidato a Gobernador, Alfonso Martínez Domínguez, calificó
como “chaparra y fea” a Monterrey, capital de Nuevo León.
Han transcurrido 41 años y la capital industrial ya no es tan chaparra, no tan fea,
pero es peor el abandono que padece en su primer cuadro.
Además, en estos tiempos, el centro de la ciudad es un permanente el verlo sucio
y mal oliente pese a los programas de limpieza oficial.
En 1982, Martínez Domínguez anunció la que sería una de las obras sociales
más importantes de su administración, la Macro-Plaza.
La obra fue detonante para quitar lo “chaparra” a la antigua Monterrey. Sentó
bases para lo que vino después en la distracción social.
Pasaron los años, gobernadores y alcaldes. Casi nadie se ocupó del cuadro chico
de Monterrey. El centro lo visitan de toda el área metropolitana.
Padre Mier, Juárez, Juan Ignacio Ramón, Zaragoza, Ocampo, Morelos y otras
más, son calles muy transitadas por peatones y vehículos.
Una zona muy contaminada y sucia. Platos, vasos. botellas, bolsas con desechos
de comida y miles de colillas de cigarro que hacen pestilente el ambiente.
La autoridad municipal hace su parte, o lo que puede, por mantener la limpieza
a diario. Pero la responsabilidad recae en quien ensucia.
Parte de esa suciedad y pestilencia son los ambulantes que ofrecen café, pan,
frituras y otros alimentos en desechables.
El alcalde, Adrián de la Garza, debe tomar acciones. Retirar los ambulantes o
poner horarios. Y a los Oxxo y Seven, que vendan en botellas de vidrio.
Pero de que hay gente muy cochina, la hay, con perdón de los cerdos.
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