Por Salvador Hernández LANDEROS
“Qué pasará, qué misterio habrá, puede ser mi gran noche…”
Una mañana de abril de 1970 me desperté con ese estribillo. Por la noche debía acudir al Hotel Gran Ancira a entrevistar a Raphael.
“Digan lo que digan, digan lo que digan, los demás…”
Teófilo García Armendáriz, editor de El Tiempo, me ordenó que fuera a esa entrevista. Era mi primera gran experiencia y había de cumplirla.
El “Ruiseñor de Linares”, se presentaría en Monterrey en una gira por primera vez en México. Era una Cena-Gala en el Salón Blanco y Negro. De etiqueta.
“No sé, si el mundo es diferente, cuando tú no estás…”
Cerca de la una de la tarde, Teófilo me localizó en prensa del municipio de Monterrey para ordenarme que me dirigiera rápido al Hotel Ancira.
Habían adelantado la llegada del “Divo de Linares”. Del aeropuerto Del Norte lo trasladaron para atender a los medios de comunicación previo a sus ensayos.
“Yo soy aquel que cada noche te persigue…”
Mi ánimo era un estado de nervios y entusiasmo. Me encaminé por la Plaza Hidalgo recordando sus canciones y su pelicula que había visto en Chihuahua.
Ahí encontré a Raymundo García Garza, de Radio Alegría; Jorge Villegas Núñez, del Porvenir; Arturo García Arizpe, de Más Noticias; otro compañero, cuyo nombre, con todo respeto no lo recuerdo y Linda Villalobos, de El Norte, quien no aparece en la foto.
Nos encaminaron a un pequeño salón a donde llegó Raphael. Rubio, impecable, con camisa de seda negra y pantalón de piel.
Admirado veía su forma tan educada para responder los cuestionamientos.
Salí de mi embeleso al percibir que la fascinante atención concluía.
Quedó en mi mente y me encantó la respuesta que dio a quien le preguntó: “Y qué te parece Monterrey, Raphael”.
Frotándose las manos y con una picara sonrisa Raphael le respondió: “Hombre, pues, desde arriba del avión se ve muy bonita”.
Concluida la entrevista medité y me dije. “Me quedaré sin verlo actuar. El costo por persona era de $500 y mi sueldo de $1,200 mensuales”.
Ya en retirada Raphael nos dijo: “Les van a pedir su nombre. Esta noche serán mis invitados para trabajar juntos. Yo en lo mío y ustedes en lo suyo”.
Casi caí en crisis. Tenía dos trajes. El otro estaba en la tintorería. (luego les contaré la historia de los trajes). Fui al periódico y luego a mi casa.
A uno de mis hermanos le conté mi tragedia, con la intención que me prestara uno de sus trajes. Tampoco tenía un esmoquin. Por lo de etiqueta
Pero muy comprensivo me dijo. “Te voy a prestar el traje negro, para que me lo amoldes”. Él se iba a casar en dos semanas siguientes.
“Cierro mis ojos, para escuchar tu voz…”
En la noche fui a la Cena-Gala. La entrega de Raphael y su alarde interpretativo fue sublime. El público le correspondió aplaudiendo de pie y pañuelos al aire.
“Sin poderte olvidar, desde aquel día…”
Yo feliz. Concluyó el evento. Y como Cenicienta llegué a casa antes de la medianoche. Y en mi mente seguía Raphael. Y sigue como hace 50 años…
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