*Rinde Congreso de Nuevo León, homenaje a activistas
Por Pedro García Treviño
La galería del Congreso de Nuevo León jamás había cobrado su genuina esencia como el miércoles 4 de marzo cuando el pópulo “abrazó” en sus concurrentes gargantas (¡La lucha sigue, sigue, sigue!) a sus hijos más sentidos, sus activistas sociales: la señora Marqueda, Claudio Tapia, Xavier Orellana y Nacho (Nacho el de Monterrey) Zapata.
Todos ellos, acaso lo más destacado en las recientes décadas en la defensa de los derechos y las demandas más horizontales: el medio ambiente, las posibilidades de transportación o el disfrute de servicios públicos a precios justos.
No es desorbitado que digamos que dieron su vida en esas luchas porque se entregaron hasta lo último, y en el Congreso se dio testimonio de ello.
¡Presente!…¡Presente!…¡Presente!…¡Presente!, rugió la muchedumbre a la mención de cada uno de los activistas me-re-ce-do-res, a cabalidad, del homenaje póstumo que se les rindió por parte de la Septuagésima Quinta Legislatura local en un gesto que destrabó las tráqueas de los presentes para derramar -en el Espacio Solemne-, vivas elocuentes de lo que Marqueda, Orellana, Tapia y Nacho significaron para la defensa de una ciudad en acelerado colapso por la aglomeración y la contaminación, mortales.
Familiares, compañeros de lucha, amigos o admiradores de los recordados colmaron la galería, regularmente “habitada” por la ausencia y el desaire.
Los oradores fueron puntuales al expresar que los activistas recordados toparon con puertas cerradas, pero sus voces no fueron apagadas y su lucha no fue en vano porque han derivado en la necesidad de formular leyes en las materias de movilidad, medio ambiente, contra la corrupción y otras que implican la rendición de un tributo a los afanes de Marqueda, Orellana, Tapia y Nacho.
El homenaje póstumo fue justo. El pueblo pueblo así lo olió, por eso colmó la galería congresista. Acompañó el tributo rendido por la diputación con la alegría de que se estaba justipreciando a varios de los suyos.
El acto terminó en gran emotividad. El homenaje se rindió a los activistas ya fallecidos. Ya no están físicamente entre nosotros, pero se queda su ejemplo de valor civil y el atrevimiento de elevar la voz ante el Poder que si bien está para, por lo menos escuchar, insiste en el endurecimiento y el despojo de los valles, las montañas, los ríos y parques urbanos y las garantías para respirar aire limpio y los servicios más elementales como el poder ir de un lado hacia otro.
Mientras se homenajeaba a los luchadores sociales, en otros sitios se intriga contra la ciudad, la metrópoli, el ejido, el rancho, el valle, las montañas, los ríos. Contra la gente, en un acto enajenado rumbo al suicidio general.
Pero a esos conspiradores les tenemos una mala noticia, la tradición de Marqueda, Orellana, Tapia y Nacho se regenera en otros activistas igual de valerosos que van ganando crédito y reconocimiento a sus luchas.