Arnulfo Vigil
Nada soflamero, Margarito Cuéllar ha convertido la poesía en un canto a la bondad y a la justicia, dotándola de belleza y compromiso social, tratando de suprimir el dolor mediante imágenes y metáforas que nos ubican en el lado bueno de la vida. Así, oxigena nuestro entorno que está sumido en un agujero negro de mediocridad, maledicencia, egoísmo, corrupción. De no ser por la poesía, como la de Margarito Cuéllar, ya estuviéramos infestados con la lepra de la vesania.
Por eso causa un inmenso gusto saber que ha obtenido un prestigiado premio de poesía en España, el Juan Ramón Jiménez, nada menos, con lo que se coloca como el poeta más sobresaliente de Nuevo León. Bien merecido. Margarito Cuéllar ha estado activo toda su vida a favor de la palabra limpia y de la justicia social. Incansable, Margarito ha trabajado duro para que no todo sea pestilencia, vacuidad, sofisma. Lo ha hecho porque sabe que su misión no es otra que la de ser poeta.
Un poeta comprometido, algo que las consciencias gallofas nunca han visto bien, porque están comprometidas con otras causas, no a favor de la democracia. Mago no ha tenido miedo de profesar su convicción a favor de la justicia y la construcción de una mejor sociedad. Ha participado en partido político, se le mira en las marchas de protesta de la sociedad organizada contra cualquier abuso de autoridad y en sus escritos se yergue contra los abusos del poder. Por eso mismo no pocas puertas se le han cerrado, no pocos comentarios desfavorables ha recibido. A la cultura oficial no le interesa la poesía, sino lo que piense el autor de poesía. El poeta injerto en las mejores causas sociales es peligroso, el etéreo no.
Pero no sucumbe a sacrificar el valor de la palabra por las instancias políticas. Sus poemas no son proclamas ni llamamientos a la movilización ni boletines oficiales ni anuncios de mitin, son las palabras trabajadas con la paciencia de los orfebres para crear belleza. Algo valioso en medio de un entorno gris, sucio, alterado.
En su trayectoria ha obtenido varios e importantes premios literarios. El premio de poesía Carlos Pellicer para obra publicada, el premio Ramón López Velarde por el libro Estas calles de abril. Y ahora el XL Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez, que sin duda alguna le abrirá las puertas de los lectores españoles, algo que ya ha construido Margarito. Entre sus libros se enumeran, desde el inicial de 1982, Que el mar abra las puertas para que entren los pájaros (publicado por la facultad de comunicación de la UANL), Hoy no es ayer de 1983 (publicado por la misma facultad), Batallas y naufragios (1985), hasta Plegaria para ciegos caminantes (2000), Cuaderno para celebrar (2000).
E igual de importante es su trabajo como ensayista y periodista. En ensayo se ha preocupado por dotar y datar de rostro a la poesía del estado con sus libros Arbol de luces y el espléndido ensayo en su trilogía Alforja de poetas. Y muchos periódicos y revistas conservan sus crónicas. Contemporáneo de todas las cosas, Margarito, a la manera de José Alvarado (de quien hizo una antología) no olvida que lo cotidiano, lo de todos los días, es el futuro.
Al margen de las envidias y dolores de panza de muchos poetas que consideran sus bagatelas como obras brillantes, el premio a Margarito reconoce el trabajo y la vocación de quienes se dedican a la palabra en Nuevo León, aquellos que han sacrificado los caireles y los adornos, decía León Felipe, por exaltar las funciones del espíritu.
Sencillo, humilde, alegre, Margarito Cuéllar, que no olvida sus orígenes proletarios, es el poeta que con su palabra le da brillo al opaco estado de Nuevo León.