Por: Antonio Sánchez R.
El “viejo” León…
El arribo de un nuevo gobierno siempre va a traer esperanza de cambio, de renovación, si no total, cuando menos parcial o, mínimo, que las caras que vamos a ver sean otras, que los funcionarios o colaboradores de quien va a encabezar la nueva administración nos otorguen confianza, que podamos ver que en realidad le van a ayudar al “jefe” a conseguir metas y objetivos de esa administración que apenas empieza.
Tanto se habló de un “nuevo” Nuevo León que la gente creyó, se “ganchó”con la idea de que ahora sí podrían ver cristalizados esos deseos de progreso y desarrollo sin corrupción, de ver una real transformación sin que en ello se tenga que dilapidar el presupuesto existente y aún después de ello seguir incrementando la deuda estatal, ya de por sí grosera, impagable y asfixiante que se ha venido acumulando en los últimos tres sexenios.
Peeeero, como ya lo hemos señalado anteriormente, la nueva administración estatal, encabezada por Don Facturo García no ha mostrado nada novedoso. Todo ha sido puro “show”, manejo mediático y de redes sociales en el que pareciera que al joven gober se le olvida que los tiempo de campaña ya terminaron y que lo que quiere la gente es ver ya que el “viejo” León este siendo sepultado definitivamente.
Sería un tanto de ilusos pensar en que pudiéramos ver resultados a las primeras de cambio, además de ser injustos con éste cuate qué apenas lleva poco más de una semana en el cargo y queramos ver la transformación como si todo surgiera de una varita mágica. Hay que darle tiempo para la obra pública, es cierto, pero en otros aspectos ya tendríamos que estar ver de perdida alguna señal.
Una de las tareas que tiene qué realizar a la voz de ya es el famoso “cabildeo” con los distintos grupos legislativos, a fin de poder llegar a tener el camino pavimentado para que sus iniciativas sean aprobadas sin contratiempos, sin tener que llegar a extremos y que todo se desarrolle de manera cordial, por el bien de Nuevo León.
Otro de los aspectos que llaman poderosamente la atención es la participación de gente de la IP en la función pública. Por si ustedes no lo saben, esa gente ha alcanzado sueldos que superan con creces los salarios de un servidor público. No más pa’que se den una idea, el sueldo de cualquier secretario estatal ronda los 100 mil pesos mensuales, mientras que en la IP, cualquiera de los “invitados” a colaborar en el gobierno estatal, podría haber llegado a obtener, mínimo, 200 mil pesos mensuales y algunos hasta 400 mil.
Nada más este punto sirve para cuestionar el supuesto “sacrificio” de esos funcionarios que estarían renunciando a los altos salarios de la IP para ir a enfrascarse a tareas a las que ninguno de ellos está acostumbrado, pues son terrenos distintos, áreas que nunca había pisado y que, por lógicamente, requerirán de algún tiempo para irse aclimatando, para irse acostumbrando, incluso, a la “miseria” de sueldo que van a recibir.
No podemos ser tan crueles y por ello, debemos darles el beneficio de la duda a todos ellos, junto con su jefe, Don Facturo García. Vamos a pensar que sus intenciones son buenas y que en poco tiempo podremos empezar a ver resultados tangibles. Pero no debemos olvidar que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Tampoco podemos olvidar que todos los políticos están cortados con la misma tijera. Piensa mal y acertarás, dice un viejo adagio. Está la mesa servida y la puerta abierta para entrar a los libros de historia como la mejor administración estatal…, o la peor.