Óscar Tamez Rodríguez
Hoy es Noche Buena y mañana Navidad. Al escribir esta columna me viene a memoria un poster publicado en la revista EJE allá por el año 2000 en donde don Agustín Rodríguez Carranza pide al “monero” que dibuje a la sagrada familia, María, José y el niño Jesús en brazos de la madre, pidiendo limosna a un automovilista en algún crucero de la ciudad y éste les sube el vidrio, el rostro del automovilista reflejaba desprecio a los mendigos, el título del poster era “Jesús en la indigencia”. Un retrato de la miseria que vivimos los mexicanos, vigente hace 20 años y aún también. Somos parte de la miseria porque somos miserables por economía o por insensibilidad. Nuestra miseria se acrecienta con los cientos o miles de refugiados que llegan a Monterrey en vísperas de la Navidad, mujeres, niños, hombres con hambre, frío, enfermedad, en harapos, necesitados de una sopa caliente, de una manta que les aleje el frío de las madrugadas navideñas. Ante miles de nuevoleoneses y migrantes, ¿Navidad, para qué? Para qué rememorar al niño Dios, al salvador, por supuesto, esto en las creencias de los cristianos, religiones que son mayoría entre los mexicanos y los nuevoleoneses. Navidad sí, sí para que nos recuerde nuestras miserias, nos recuerde el pacto de amor establecido en el contrato de Fe que se asume al declararse creyente, seguidor, practicante o simple aficionado a alguna religión o Fe religiosa. Debo aclarar que establezco religión o Fe religiosa porque habrá quienes aseguren tener alguna Fe divina y no practicar alguna religión. Esas son nimiedades en el tema, aplica para toda persona quien se define creyente de alguna forma de ser superior donde la base sea el amor, el amor al prójimo como a sí mismo. Que la alegría esparcida por las fiestas navideñas sirva de acicate para revivir en cada uno de nosotros el amor al prójimo, recordar que somos agraciados frente a miles en peores condiciones a la nuestra. Necesitamos la Navidad, incluso una festividad similar cada mes, la cual nos reviva al ser humano que llevamos dentro y con frecuencia queda excluido de la vida cotidiana por el estrés laboral, familiar, económico y de inseguridad. Navidad donde recordemos que hubo un ser superior quien entregó su vida por amor a la humanidad, aun si eso fuera mitología, leyenda o un buen cuento infantil; que la moraleja de ese acontecimiento sirva para recordar que tenemos la capacidad de sentir y pensar esas emociones. Me declaro un creyente consumado en alguna de las religiones e instituciones de Fe del cristianismo, creyente del amor divino, seguidor de un ser superior nacido de madre inmaculada quien sintió amor por la humanidad y tuvo, según la escritura bíblica, la capacidad de entregar su vida para promover el amor al prójimo y exaltar los mejores sentimientos del ser humano. Navidad sí, para que entendamos que podemos excluirnos de la miseria y compartir un plato caliente, una prenda de vestir olvidada en el cajón, unas monedas o billetes que, sin sobrar, no nos hacen más ricos o pobres. ¿Navidad, para qué? Para remover la frivolidad y la indiferencia ante el sufrimiento ajeno y que estos sentimientos se incrusten en nuestro corazón. Hagamos de ésta una Navidad diferente. Una que nos vuelva mejores seres humanos, donde reconozcamos que nuestra miseria es seguramente menor a la de miles de miserables y refugiados en condición de desdicha. Los paupérrimos nuevoleoneses son excluidos como lo son los refugiados; los primeros vecinos nuestros y los otros de sus naciones, no los excluyamos del amor al prójimo. ¡Feliz Navidad! estudiospoliticos.mx@gmail.com