sáb. Dic 14th, 2024

Raúl Guajardo Cantú

Malos días para la seguridad de las mujeres se viven en el estado y en el país. En Nuevo León son ya muchas las jóvenes que han desaparecido. Algunas de ellas han sido encontradas sin vida.
Desde el punto de vista de sus familias, esto es una tragedia. No hay palabras ni acciones que se puedan llevar a cabo para paliar el dolor que estas desapariciones o muertes significan. Nada pueden decir o hacer las autoridades para remediar la pérdida.
Desde el punto de vista de las autoridades, esta es la confirmación de que estamos inmersos en una espiral de violencia e inseguridad en general, y de violencia contra las mujeres en particular, de la cual será difícil salir sin la puesta en marcha de políticas públicas que involucren la sociedad como un todo.
Quienes participan como agresores en estos sucesos, desgraciadamente, lo hacen porque pueden, porque hasta ahora ni la justicia ni la prevención han sido efectivas. Pero, también hay que decirlo, porque los ciudadanos, en muchas ocasiones, preferimos voltear hacia otro lado.
No es posible que a una jovencita de escasos 18 o 19 años se le abandone en una solitaria carretera en horas de la madrugada. No hay justificación para ello. Ni por parte del taxista, ni de los acompañantes de la joven.
Por desgracia, parece que muchos ciudadanos coinciden con la perspectiva de la seguridad que hace algunos años mostrara una diputada local, según la cual, deberíamos poder dejar un auto con las puertas abiertas y las llaves puestas en una calle lejana y oscura sin que por ello sea robado.
No sé si exista un país en que eso suceda, pero, de ser así, seguramente pasa no solo porque las autoridades sean eficientes, sino también porque los ciudadanos son respetuosos de la ley.
Insisto, no hay palabras que puedan paliar el dolor de las familias que perdieron a uno de sus miembros. Es tiempo, sin embargo, de que la justicia y la seguridad se maneje con perspectiva de género, ya que, nos guste o no, las mujeres son las más expuestas por ahora.

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