Por: Rafael (Rafa) Elias
No es broma. Más de uno nos hemos preguntado si el presidente goza de plenitud en sus facultades mentales. Sus ocurrencias, sus desplantes, sus acciones sin medir las consecuencias, lo nocivo de sus iniciativas, y hasta su intolerancia, hacen que el más escéptico (fuera de sus bases, desde luego) nos cuestionemos la salud mental del Primer Mandatario.
Se avecina el 16 de septiembre y sólo Dios sabe lo que se pueda esperar del discurso que López Obrador dará respecto al tema del T-MEC.
Si existiera algún antecedente de una solitaria acción lógica y pragmática que hubiera tomado desde que llegó al poder, podría esperarse un discurso de corte netamente populista, dirigido a su voto duro y a la gente más propensa a la manipulación. Les daría una inyección no de patriotismo, sino de patrioterismo “antiyanqui” con objeto de demostrar presión popular ante cualquier resolución adversa que lo paneles (de llegar a ese punto), impusieran a México debido a sus numerosos (y en muchos casos graves y flagrantes) violaciones a diferentes artículos de un T-MEC.
No debemos olvidar que fue el mismo AMLO quien se encargó de autorizar en su forma final, y que firmó junto a los gobiernos de Estados Unidos y Canadá el Tratado, comprometiéndose legal y formalmente al cabal cumplimiento de este.
Es por esto que cualquier demagogo “normal”, se limitaría a enrollarse en la bandera de la soberanía dando el espectáculo patriotero que su gente espera de él.
Sin embargo, estamos tratando con un personaje impredecible, capaz de hacer un ridículo mundial tocando una canción burlona de Chico Ché, dirigida evidentemente a su base para que le vean como “el presidente que no le teme al imperio y es tan valiente que se mofa de sus amenazas.” Esto, aún a costa de un ridículo de proporciones monumentales, pero que a López poco o nada le importa, porque todo marchó exactamente como estaba planeado cumpliendo con el objetivo de seguir encandilando a sus fieles seguidores.
Lo más importante creo yo, es de temerse que esa personalidad impredecible resulte en una imprudencia que pueda tener costos altísimos para el país, no sólo afectando las finanzas de México. En caso de ser sancionado, se creará un clima de aún mayor desconfianza tanto en la inversión privada nacional como la extranjera. Veremos entonces quién es el valiente que vuelve a invertir un solo dólar con esta administración.
Imaginemos por un momento que el 16 de septiembre AMLO salga con la ocurrencia de nacionalizar las plantas generadoras de energía eléctrica en manos de privados; o que en un desplante de patrioterismo fuera de toda cordura, opte por irse al extremo de abandonar el Tratado.
En cualquiera de los dos casos, estaría serruchando una de las dos únicas patas que sostienen a la economía mexicana: las exportaciones manufactureras y las remesas.
Si López Obrador llegase a tomar cualquiera de esos dos caminos desquiciados y faltos de total lógica por donde se les vea, pero los cuales si alguien es capaz de invocar es precisamente este personaje, con toda seguridad México caerá en la peor crisis financiera, económica y social que se haya visto en muchas décadas … y que requerirá probablemente de muchas otras décadas en poderse recuperar.
No sabemos si AMLO es bipolar o no. Pero la realidad es que un día enfatiza la soberanía nacional por encima de cualquier acuerdo o compromiso, y al día siguiente declara que no abandonará el tratado.
¿Cuál AMLO hablará el 16 de septiembre y qué consecuencias traerá su discurso? Esa respuesta absolutamente nadie, ni sus más cercanos la conoce.
Por eso, es bueno recordar el dicho estadounidense que reza: “hay que esperar lo mejor, pero estar preparados para lo peor.”
Y yo añado … ¡Que Dios nos agarre confesados!