jue. Jun 19th, 2025

Óscar Tamez Rodríguez

El presidente destapó hace meses a sus aspirantes a la silla presidencial en la sucesión 2024; aclaro que los suyos no los existentes en Morena y filiales. Esto tiene dos caras de la misma moneda.
Al destapar a sus tres favoritos, el mandatario evita malentendidos entre los files a su liderazgo, pero también inquieta a quienes se sienten con merecimientos y son excluidos por su bendición.
Para el jefe político de Morena, el sucesor no debe ser el mejor, el más eficiente, quien mejor interprete la visión de la 4T; “the best” es quien sea más abyecto al liderazgo, la persona con menos personalidad propia y con mayor dependencia a su imagen pública.
Lázaro Cárdenas rompe con el maximato de Calles porque no estuvo dispuesto a someterse al cacique, Cárdenas tenía personalidad propia y aunque se disfrazó de sumiso y sometido, al tener el poder lo ejerció, exilió a su impulsor.
Lázaro impuso sucesor y desde ahí tuvo control político del país durante algunos sexenios más, a tal grado que fue factor en la vida política mexicana mientras vivió, fue el Tlatoani.
Si consideramos que el líder de Morena se asume émulo de Cárdenas, podemos comprender su juego sucesorio, eso permite explicar mucha de su estrategia denominada “las corcholatas”.
Para el todo poderoso líder, sacar a placear las corcholatas fue un factor calculado, aunque analistas y expertos se desgarren las vestiduras insistiendo que fue una mala movida en el tablero político.
En un gobierno con poderes horizontales, habría provocado la debilidad del poder en turno, sin embargo, en el gobierno unipersonal que se vive, el juego permite al líder distraer la atención y favorece para que sus corcholatas se posicionen en la imagen de los mexicanos, les permite hacer pre, pre, precampaña anticipada.
Descarrilar al INE o debilitarlo es parte de la estrategia. En las condiciones actuales de la ley y la autoridad electoral, las corcholatas serían sancionadas por actos anticipados de precampaña, por violar el 134 constitucional y por desvío de recursos en la promoción de un partido político y aspirante.
Por ello hay que alborotar el agua, sacudir el árbol y provocar tal caos que, ante la urgente supervivencia del árbitro y la ley, se negocie dejar de lado la sanción a las “taparroscas” (les llamo así porque ya no existen las corcholatas, no se usa el corcho en tapar refrescos).
La crisis de Morena es por el excluido quien no ha sabido disciplinarse, Ricardo Monreal se mueve como si tuviera asegurada la candidatura; su estrategia es muy inteligente.
En caso de descarrilar a las corcholatas, él queda con el bate al hombro, si no lo doblan e imponen una corcholata, puede negociar la reelección como senador y coordinador del senado con mayores poderes y frente a una o un presidente menos poderoso que el actual, esto lo posicionaría como el poder desde el legislativo. En el último extremo, un acto suicida (políticamente hablando); salir por otro partido que puede ser el PT, con ello el partido conserva el registro y debilitan a Morena, una venganza pírrica.
Para Marcelo Ebrard es su último llamado para la grande, sería la segunda vez que lo descarrile su “amo y señor”, la pregunta es ¿estará el carnal dispuesto a alienarse al grado de abdicar nuevamente?
La crisis de Morena no es menor, es resultado del exceso de poder y la aplicación de éste.
La necedad del todo poderoso puede hacer que se repita la historia. Que llegue aquella persona a quien considera más manipulable y dócil, pero que termina exiliándolo o enviándole de diplomático al Fiji.

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