Por Salvador Hernández LANDEROS
Así, literalmente, no tengo madre. Mi amada “Lochita”, a unas semanas de cumplir 97 años se animó a seguirle los pasos al amor de su vida. Mi papá.
Cuánto no lo amaría que tuvo 14 embarazos. De esos 14 sólo se lograron 10 partos normales y una niña, María Luisa, murió a los siete meses de nacida.
Les prodigó amor y cariño a los 9 hijos sobrevivientes. Todos vivos, unos menos que otros y algunos pasados de tueste. Cuatro hombres, cuatro mujeres y yo.
Y no porque mi mamá no esté físicamente en este mundo, voy a dejar de festejar este “Diez de Mayo”, día dedicado muy merecidamente a las madres.
No tengo madre, pero tengo una que con nuestros hijos ha sido toda madre, tanto que hasta me la recuerda a diario, conste, por su parecido a “Lochita”.
Claro que voy a recordar a mí mamá, quien en vida fue confidente, apoyo, defensora, cobijo, mi ilusión y en ocasiones, hasta mi “banco de crédito”.
Eloísa Landeros Montoy, no conoció a sus padres biológicos. La abandonaron con una partera en 1925. Su acta decía que había nacido el 10 de agosto.
Dios la premió. El matrimonio, formado por Miguel Landeros Ortiz y Felicitas Montoy Treviño, quienes habían procreado una niña, con amor la adoptaron.
El ferrocarrilero Miguel y Fela, con Eloísa, encontraron el caminito y adoptaron a otra niña y un niño. Todos los arroparon con una veintena de nietos adoptivos.
“Papá Miguel” era bondadoso. Ella, “Mamá Fela”, fue un ejemplo de amor y entrega con sus nietos. Su cariño y mimos fueron sin distinción para todos.
Hoy, mi admiración para todas las madres, biológicas o no, quienes con devoción y amor crían, educan y forman a sus hijos e hijas. Benditas sean