dom. Dic 22nd, 2024

Cosas del Tony
Por: Antonio Sánchez R.
En nuestro país, convertirse en “camaleón político” pareciera ser ya una práctica “aceptada” por quienes se mueven en ese ámbito, quizá en el entendido de que para sostenerse, se tienen qué agarrar de donde sea y si tienen qué cambiar de colores en el “proceso”, no importa, el “sacrificio” valdrá la pena, sobre todo si al final del camino hay una curul o, mínimo, una jugosa cartera a nivel municipal, estatal o federal.
Nadie parece ruborizarse cuando algún reconocido personaje comunica su “renuncia” al partido que le dio vida, para portar a partir de ese momento los colores del partido que le permitirá medrando y arrastrándose por las nóminas oficiales, convirtiéndose de paso en esa pléyade de traidores que han saltado al precipicio de la nueva “mafia del poder”
Pero los peores, son aquellos que a la mitad del camino de un mandato o de un ejercicio legislativo, “deciden” cambiar de aires, de colores, de partido, movidos por un supuesto deseo de unirse a un gran “movimiento” que, al final de cuentas resulta ser un gran comprador de voluntades y creado de mayorías ficticias.
Nada es gratis en el mundo de la política, eso lo sabemos muchos, pero quien realmente debería saberlo, el pueblo, desconoce los tejes y manejes que se dan en los entretelones de ese submundo en el que, desafortunadamente, se toman grandes decisiones que terminan perjudicando a quienes los llevaron a esos espacios que hoy disfrutan.
Existen otros tipos de especímenes que también medran en la fauna política y que compiten con esos que señalamos como los peores. Se trata de los “juniors”, de esos que presumen ser descendientes de equis o ye político y que, cuando te llega el nombre del “papi”, te vas de espaldas, porque resulta que tiene un expediente, un historial más amplio que el peor de los delincuentes.
No hace mucho tiempo, llegué a una reunión y en una de las oficinas, un amigo, en compañía de algunos de su cofradía, veían con admiración el discurso que estaba dando una mujer, una heredera de los “triunfos de papi”, pero ahora ubicada del otro lado de donde había estado su progenitor… ¡y ella misma!
Al verme, mi amigo me lanza o sin cierta presunción: “¿estás oyendo lo que dice esta mujer, esos son huevos, no fregaderas?” Mi respuesta fue igual de apasionada que la de mi amigo: “Sí, muchos huevos, pero le reconocería en realidad su valor si esa mujer renunciara a la herencia que le dejó su padre, uno de los políticos más corruptos y más sinvergüenzas que ha tenido el sistema político mexicano”.
Se hizo el silencio. Los cófrades de mi amigo lo veían, esperando una respuesta, misma que nunca llegó. El efímero admirador de aquella “valiente” mujer solamente atinó a decir: “Pinche Toño, siempre tienes la respuesta a la mano y la neta, ni cómo rebatirte nada”.
Y sí, no había manera, no había cómo defender el negro pasado, el origen de una de las fortunas más sucias que pueden existir en este país, amasada a base de actos corruptos de lo peor y, según se cuenta, con grandes escurrimientos de sangre de mucha gente que se oponía y que era desaparecida o muerta en extraños “accidentes”.
La “valiente” mujer era Layda Sansores San Román, hoy gobernadora de Campeche, hija de Carlos Sansores Pérez, quien fuera también gobernador de Campeche y de quien se dice que cuando a Yucatán le fue seccionado parte de su territorio para formar el territorio de Quintana Roo, hoy ya convertido en estado, se dio el “lujo” de separar tierras, las mejores, para desarrollar muchos de sus proyectos. Pero hoy, este pillo y su descendencia, están “purificadas”, gracias a la “bendición” de un mesías bananero que tiene secuestrado nuestro país.

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