Óscar Tamez Rodríguez
Estamos a unos días de celebrarse la elección del Estado de México, la más importante pues se considera una elección primaria rumbo a la presidencial de 2024.
Hace una semana hubo un debate entre las candidatas, por Morena Delfina y en la oposición Alejandra del Moral, el ejercicio fue soso y sin trascendencia.
Un formato acartonado, lo más relevante fue el predebate donde doña Delfina exigió cambiar a la moderadora o de lo contrario ella no se presentaba.
Insípidas, sin despertar pasiones es como se vieron las dos candidatas quienes aspiran a gobernar el estado más importante en población y por su cercanía a la CdMx.
Los debates se implementaron en la elección de 1994 como una forma de poner cara contra cara a los candidatos y que el mejor, con mejores propuestas, con mayor habilidad discursiva y menos exhibido, ganara, pues a partir de ello, definir las preferencias electorales.
En 1994 como ahora, poco o nada han influido los debates en la decisión del electorado al momento de sufragar. Las razones son diversas, aquí podemos señalar entre ellas que el formato no permite un real debate, que son poco interesantes estos ejercicios para las audiencias y que los electores ya están muy definidos en sus preferencias, tanto por quien nunca votarían como por quien piensan votar, todo esto se presenta en el debate entre las candidatas a Edomex.
El formato del debate de hace una semana fue acartonado, no se atacaron ni con las pestañas, menos con verdaderas exhibidas, una forma de comprobar esto es al observar las redes sociales, mínimos memes, videos de guerra electoral o ataques contra alguna de las aspirantes, ello demuestra que no hubo pasión, no se despierta el morbo ni algún aspecto digno para ridiculizar o evidenciar a Delfina o Alejandra.
Es cierto que una campaña tiene la finalidad de dar a conocer los programas de gobierno y políticas públicas a implementar por parte de cada candidato, sin embargo, los electores votan más con las emociones que con las razones, motivo por el cual, al no haber chipotes ni descalabros, lo sucedido en el debate es irrelevante para muchos electores.
Por otro lado, los electores no han definido sus preferencias en la ruta electoral, la gran mayoría de quienes acudirán a las urnas ya sabe a quien no quieren y en consecuencia votarán por la contraparte, esta de Edomex será sin duda una de las más emblemáticas elecciones del repudio, es decir, del voto contra un partido o persona y no el voto en favor de una propuesta lógica.
Ni Delfina o Alejandra han dado mucho de qué hablar en cuanto a sus grandes propuestas. En las imágenes de sus mítines se ve ambiente frío, indiferente, no se percibe la pasión de quienes simpatizan con la opción electoral.
Delfina es refractaria, le antecede su fama por cobro de piso a los burócratas, la comisión del diez porciento por poder trabajar en el gobierno es una realidad documentada y que, como tanto en el país, quedó en nada.
Alejandra no conecta, sus discursos son distantes, no hacen click con la gente, su rostro refleja la preocupación de quien se sabe no trae todo consigo.
Aún no hay nada para nadie en la votación, las encuestas marcan preferencias por Delfina lo que sería entendible por su asociación con AMLO, sin embargo, falta saber si el gobernador moverá su aparato en favor de su candidata o la deja hundirse en una aventura previamente negociada.
El debate lo único que nos dice es que su instrumentación sirve para dos cosas: alejar audiencias y exhibir la poca capacidad discursiva en ambas candidatas.