Gerson Gómez
Llegó al puesto sublimada por sus mentores. Al apremio de otra compañera espuria y farsante. Amparada contra la comisión de honor y justicia de la UNAM. El expediente de la jueza cuestionada incluye el retiro del título profesional y de la cédula. La otra ministra a modo llegó hasta la Suprema Corte, jamás por méritos propios. Sino encandilada por las buenas maneras de Alfonso Romo. Procede de la Universidad personal del empresario regiomontano. Ahí la ahora ministra, poeta en sus tiempos libres, echó raíz con la esposa de Andrés Manuel. Deshojaron la margarita en la espera de los tiempos de renovación. Se juraron lealtad y fidelidad eterna. Hasta conseguir quienes le publicaran a la primera dama sus versos tan poco estéticos y de mala factura. La beca de ministra es transexenal. Incluye favores a su patrón y a todos los socios. En especial para el corredor en el sureste mexicano. Sitio preferido para detonar para la mayor cementera mexicana. De los acuerdos, de la literatura y de los asuntos menudos, la ministra regiomontana se hizo ojo de hormiga. Menos para Alfonso. La ministra especialista en reuniones sociales, eventos en los auditorios universitarios de su jefe, siempre fue la segunda opción. El primero, quien es director de la carrera de Derecho, Cristian Castaño. Por nada del universo, aun lavara sus ropas en las aguas del río Jordán, podría llegar a participar con Andrés Manuel. Fue Cristian, a razón de presidente del Honorable Congreso de la Unión, quien le colocó la banda presidencial a Felipe Calderón Hinojosa. Un viejo amor ni se olvida ni se deja. Castaño, ni a los eventos de su Facultad. Encerrado en el cubículo. Quien entra por la puerta de atrás, se queda siempre. La ministra Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia, de rostro ajado, regordeta y apática, se mueve en una línea muy delgada. Sus detractores, genios en el ajedrez, le han permitido el primer movimiento. Para cuando observe a detalle, estará en jaque mate. A pasar por el mismo aro de todos. sonico2@hotmail.com