Por Salvador Hernández LANDEROS
Pedro Pablo Treviño nació, creció y maduró en el PRI.
Con el PRI estudió, alcanzó fama política y social. No se le conoce otra fuente
de ingresos económicos laborales fuera de los oficiales.
Pese a todo lo que el PRI le ha dado, Pedro Pablo no le ha correspondido. Y
ahora que ya está para irse, mucho le quedará a deber. Eso es ingratitud.
Es tan ingrato, que “no dispara ni en defensa propia”. Para nada ha salido a
dar la cara. Ni siquiera se asoma cuando “le están apedreando el rancho”.
Cuando el presidente salió con la rifa del avión, No tuvo argumentos para
refutarlo. Si alguien sabe de eso, es él. Fue director de la Lotería Nacional
Pero conste, Pedro Pablo no es el único. Del PRI han salido millonarios los
gobernadores, senadores, alcaldes, diputados, regidores y todas sus parentelas.
Y no sólo los priistas. También hay militantes de otros partidos favorecidos en
las alianzas. Hasta “rabanitos” que contendieron con candidatos a modo.
Pero no sólo a esos que se dicen políticos. El PRI también ha cobijado a otros
que presumen ser líderes de burócratas, cetemistas, croquistas y demás.
Ahora que el tricolor anda que se hunde, muchos lo han abandonado para
migrar a otros partidos donde la fila es corta. Algunos al PAN fueron a parar.
Otros han abandonado al PRI sin dejar el cargo público, porque es irrenunciable,
como recién lo hizo la alcaldesa de Escobedo, Clara Luz Flores Carrales.
Ojalá Morena legisle para que, quien renuncie a su partido, igual renuncie al
cargo. Es decir, que no usen el erario como caja chica para hacer campaña.
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