Por Pedro García
Bien se dice que los males no vienen solos, y México –por su condición de país subdesarrollado- padece el azote de dos pandemias, el Covid-19 y el derrumbe de una de las cuatro patas de la mesa: los petroprecios.
Y faltaría por ver la evolución, o involución, de las remesas para este año y el próximo toda vez de los problemas laborales en EUA por causa de la pandemia con proyección a una probable reducción del envío de remesas de los paisanos que, históricamente, han significado una válvula contra los estallidos sociales.
Entre tanto, es inminente el cierre de fábricas y tiendas comerciales de distinto giro con la consecuente suspensión de trabajo de millones de empleados y los bemoles de cómo van a ser tratados salarialmente por parte de los empleadores en donde es necesario enfatizar la ausencia de la autoridad la STyPS y las juntas de conciliación.
Redactamos estas líneas en horas en que se me vuelve a insistir que nosotros, los sesentones y más, no debemos salir de nuestros hogares. Pero como somos trabajadores por nuestra cuenta, es inevitable salir a reportear para llevar el sustento a casa.
Y cuando andamos en esas, nos reportan que inspectores municipales de Monterrey incautaron los activos de trabajo de los carretoneros lo que da lugar a señalar que los señores jornaleros que usan carros de tiro cuentan con Suspensión Provisional en juicios de Amparo, lo cual les ha valido muy poco a los empleados municipales.
Ora que, si además el cuento es por la Emergencia Sanitaria, la autoridad municipal haría muy bien en dar “el remedio y el trapito” y apoyar a los carretoneros con ayuda esencial, es decir, convencerlos de que no pueden salir a “carretonear” y a la vez, ga- ran- ti- zar- les la entrega semanal de despensas bien surtidas, que cubran la necesidad alimentaria integral de las familias de dichas personas que trabajan en la vía pública.
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Diario, cuando amanecemos, experimentamos una doble sensación por los esplendentes días primaverales, con el durazno aventando frutos al por mayor, los colibríes alegrando la vista, el sol radiante, y el acecho de ese enemigo invisible: el Covid-19.