Por Salvador Hernández LANDEROS
Nuevo León, al igual que todo México, ha estado prácticamente paralizado.
La pandemia por el Covid-19 nos alcanzó y las autoridades de Salud, en los tres
niveles de gobierno, nos impusieron restricciones.
Se cerraron las empresas, negocios, universidades, escuelas y todos aquellos
lugares en los que en diciembre pasado hubo ajetreo y bullicio.
La vida cotidiana se paralizó ante el riesgo del contagio de una enfermedad
que no tiene antecedentes, y lo peor, que aún no tiene cura.
El futuro es incierto. No hay certeza del cuándo terminará la amenaza del
contagio, el confinamiento y el volver a la normalidad.
Queda claro que las medidas sanitarias impuestas, no son sostenibles a largo
plazo por el daño social y económico que se podrá dar.
De acuerdo a los expertos epidemiólogos los contagios podrían disminuir en
las próximas semanas, pero desaparecer el riesgo llevará tiempo.
Levantar las restricciones que frenan el Covid-19 y acelerar el volver a la
normalidad, haría que se disparen, inevitablemente, nuevos brotes colectivos.
Los gobernantes, los empresarios y toda la ciudadanía en general, debemos
enfrentar con prudencia este desafío científico y social que nos invade.
Pongamos todo lo que está de nuestra parte. Apoyemos a quien requiere apoyo.
Ayudemos a quien necesita de la ayuda.
No cabe el superfluo y frivolidad televisiva. Tampoco la política mediática y
mezquina. Todo depende de nosotros, sólo de nosotros.
chavalolanderos@yahoo.com.mx
