Arnulfo Vigil
Los resultados de la gestión cultural del gobierno, concentrada en Conarte, son lamentables, según han expresado varios artistas e intelectuales, basados en los nulos apoyos recibidos a la presentación de proyectos artísticos, la desolación institucional, la cooptación de las actividades ciudadanas para hacerlas parecer como oficiales.
Pero el principal indicador del “malestar cultural”, como dijera Roszak, es el descontento de los artistas, creadores e intelectuales para con la soterrada conducción del principal órgano cultural del estado, Conarte. Es una isla misteriosa. Lo es por dos razones: una, al gobernador Jaime Rodríguez Calderón no le interesa la cultura porque nunca ha estado apegada a ella; y dos: el presidente de Conarte, Ricardo Marcos, no ha hecho gran cosa para que al gobernador le brote un inicio de comprensión e interés. De esta manera, los contenidos son pusilánimes.
La indicación que dio el gobernador Jaime Rodríguez, al inicio de su mandato, dentro de lo poco que podía vislumbrar, fue que la cultura le llegue a la gente. Sin embargo nada de eso ha sucedido, no se tejió ni un plan y mucho menos se elaboró un programa para que los ciudadanos pudieran acceder a la cultura, quizá entendida como alguna de las expresiones de las bellas artes. Que no es sólo eso. Ni Ricardo Marcos ni ningún otro burócrata de la cultura captaron el mensaje. O se hicieron de la vista gorda. O como que no oyeron.
Desde luego, la cultura rectora no ha abierto las puertas para que entre la ciudadanía. Sobre todo porque cultura no se ciñe exclusivamente a las bellas artes, sino a variadas expresiones provenientes de la misma ciudadanía. Al patrimonio intangible. A la magia de los pueblos. A la cocina, al vestido, a las artesanías, al arte doméstico. La Dirección de Culturas Populares es sólo una rama oficial. Y la Casa de la Cultura parece una funeraria.
Sucede al revés: si a alguien, de cualquier expresión popular, se le ocurre presentar un proyecto, un programa o un plan a las dependencias de Conarte, la respuesta es inequívoca: no hay presupuesto. Un muralista urbano, reconocido por su amplia trayectoria y merecedor de varios premios, así lo hizo. Y no hubo respuesta. O más bien sí la hubo: no hay no hay no hay, como decía Héctor Suárez. Y así ha sido en otros casos.
Por eso los artistas buscan otro camino. Generalmente el de la autogestión. Por eso la cultura, con su cauda de expresiones artísticas, se ha realizado desde la ciudadanía. No desde el Estado. Y mientras los artistas mismos crean sus propios espacios, con sus pocos recursos y su sobrado talento, Conarte se mantiene como un ente amorfo. Se acaba de abrir un espacio cultural por la avenida Garza Sada a la altura de la Maderería El Salto. De Conarte no se conoce un solo evento con grandes repercusiones, es decir, que se siga hablando de ese evento. Es más, ni siquiera tiene un programa propio en el Canal 28.
Ni para cuando el Conarte de Alejandra Rangel Hinojosa, Alfonso Rangel Guerra, Romeo Flores Caballero, vaya hasta Katzir Meza, que supieron darle brillo a la cultura, que incorporaron expresiones culturales ciudadanas, que crecieron programas y proyectos a la par de los artistas, que coordinaron eventos recordados hasta hoy, que publicaron colecciones importantes de libros.
Nada de eso ha sucedido en este sexenio de Conarte.