Arnulfo Vigil
La presentación de Mario Fernández Quiroga como precandidato a la gubernatura de Nuevo León por Morena, viene a darle oxígeno a un ambiente político enrarecido y altamente contaminado por deseos personales, por hacerse de un puesto que otorgue amplios beneficios económicos, por ocupar una posición distante del verdadero servicio a la comunidad, aunque eso se diga a diestra y siniestra.
Mario Fernández no piensa así. Al contrario, a lo largo de su vida se ha empeñado precisamente en servir a la comunidad con la convicción de mejorar los niveles de vida, corregir el rumbo de senderos extraviados, de devolver a la sociedad algo de lo mucho que ha recibido y orientar hacia el bien el camino del país y del estado.
El hecho mismo de anotarse como precandidato a la gubernatura por Morena, partido al cual ha impulsado, tira por los suelos las especulaciones políticas y los intereses venales. Así, se desdibuja la imagen de la alcaldesa de Escobedo Clara Luz Flores como candidata de Morena, partido con el cual no comparte nada. Y queda mudo Rafael Zarazúa, de clara estirpe priista que sin ton ni son se había anotado para el mismo cargo.
Los partidos rivales ahora más que nunca se encuentran en zozobra. El PAN si precandidato a la gubernatura y el PRI con tres precandidatos a la gubernatura. De tal manera que una posible alianza entre el agua y el aceite es posible. No sería extraño que el PAN y el PRI coincidieran en sus propósitos: las reformas de Peña Nieto fueron aprobadas por esos partidos. Las reformas en el Congreso del Estado fueron aprobadas por diputados de esos partidos. Sólo que ahora sería arriba de la mesa. De todas maneras, el PRI cuenta con más ventajas.
El mapa se despeja. El escenario político estatal cada día se enciende más. Si otros partidos temían el avance de Morena en el estado, ahora deben estar espantados. Siempre y cuando se fortalezca la presencia de Mario como precandidato. Todavía falta el método de encuestas para elegir, según lo ha dispuesto en Morena, el candidato a la gubernatura. Pero Mario ya está en la lista. Y tiene amplio reconocimiento en los altos mandos.
Desde luego Mario pisó callos. Los filibusteros disfrazados de Morena, Raymundo Alvarado y la diputada Julia Espinosa de los Monteros, que para nada comparten la ideología de López Obrador, se aventaron a violentar la designación de Mario. Alvarado dijo que no se respetaron estatutos, como si él los respetara. Y Julia Espinosa a las nueve de la noche de ese día se retractó de su presencia en la sede del partido acompañado a Mario diciendo que fue engañada. Inocente pobre amiga.
Es natural. Quienes medran con el partido, al que llegaron como piratas oportunistas, no quieren que les aprieten los tornillos. Sienten pasos. Seguramente porque sus intereses están en otro lado, no en servir a la comunidad ni sanear la vida pública del estado. Chin, ¿ahora qué? han de estar pensando.
Si la presencia de Mario Fernández como precandidato y luego candidato persiste, es un hálito de esperanza para la renovación de Morena, para que pueda rehabilitarse, quitarse las garrapatas y así enfrentar al peligroso rival político, el PRI, que se está rehabilitando y cobrando fuerza para dar una fiera pelea en la que puede salir victorioso.