Arnulfo Vigil
La lucha que libran los maestros por el reconocimiento de su derecho laboral del aguinaldo, el cual ha sido regateado por el gobierno del estado bajo la excusa de que no hay dinero, es una brasa flamígera que puede incendiar la selva del actual proceso electoral.
Primero porque los maestros van a estar escamados de los decires, peroratas y rollos de los candidatos por cualquier partido y desde luego les prestarán oídos sordos. Y no tan fácil van a acudir a las urnas ante la desilusión causada por un gobierno al cual apostaron y que se volvió agua entre los dedos.
Quizá si un maestro va de candidato, por algún partido que en verdad tenga posibilidades y que haya demostrado verdadera labor benéfica para con los ciudadanos, quizá de esa manera los maestros puedan acudir a las urnas. Y con mayor razón si un maestro es candidato.
Un maestro no puede engañar a un maestro. Si intentara engañar, entonces los maestros en bolita lo desconocerían. No lo verían como maestro sino como uno más de los muchos parlanchines y filibusteros que seguramente habrá de candidatos.
El maestro, pese a lo que se diga, es un ejemplo de participación cívica. Pone en práctica lo que enseña a los alumnos: los valores cívicos de lealtad a la patria, de compromiso ante la sociedad, del fomento a los valores humanos, de disciplina para salir airosos de los retos, del estudio como la única forma de conocimiento y libertad. El verdadero interés del maestro no es otro que la transmisión del conocimiento, de la sabiduría y la sensibilidad.
Por eso los partidos políticos, en plan de arranque, están atentos a la actuación de los maestros en su lucha por la defensa de sus derechos. No falta mucho para que cualquier partido invite a un maestro a participar como candidato a algún puesto de elección popular, sea regidor, diputado local, federal o alcalde. Un maestro en el Congreso sería una buena lección.
Ahora bien, un partido debe contar entre sus filas, en un lugar de primera, a un maestro capaz, serio, honesto, que cuente con las más modernas herramientas de educación y pedagogía. Un maestro cuya trayectoria sea límpida y destacada. Un maestro que conozca el gis pero también la responsabilidad de dirigir una primara o una secundaria o una escuela de educación técnica. Un maestro que vele por los maestros, pero también por los alumnos, los padres de familia y los ciudadanos en general. Que esté convencido que la educación y la cultura son las únicas formas de erradicar la violencia y la delincuencia.
La sociedad actual inmersa ya en la cuarta revolución industrial, requiere de un maestro calificado en el uso de la tecnología digital, de los modelos virtuales de enseñanza, de educación dual, de certificaciones en la enseñanza cibernética, en el contexto del big data y la inteligencia artificial. Un maestro así, por un partido serio, en algún puesto obtenido por elección popular, sería una puerta a los nuevos modelos de educación. Y un aliado de todos los ciudadanos.
Un partido que tire por la borda el lastre, que se deshaga de las rémoras de siempre y ponga sus ojos en un maestro o en una maestra capaz, no sólo se llenará de brillo, sino que tendrá asegurada su supervivencia.