dom. Feb 23rd, 2025

D. C.

Monterrey – “Quisiera encontrar un trabajo, nadie me quiere emplear ahora y pues, perdí el trabajo que tenía por el coronavirus; a veces no tengo  que comer o solamente como una o dos veces al día, no hay dinero”, dice Martha, sobreviviente al covid. 

Ella llora mientras llama por teléfono a uno de sus hermanos que tiene posibilidades económicas. Le dice que sus hijos no le apoyan, que la han olvidado. 

Tiene otra opción que, dice, “al menos me saca del apuro por un rato” . A unas calles de su casa en el municipio de Monterrey habita una hija que también atraviesa por problemas económicos pero, le lleva algo de comida”. 

En agosto de 2017 consiguió un empleo de afanadora en una clínica del sector salud, cercana, a unas calles de su domicilio, por cierto, casa propiedad de su hijo mayor.

Recuerda su hija Cecilia que desde que tiene uso de la razón ha visto a su madre sin ganas de vivir, triste, enferma de todo y de nada. Además con problemas de desmayos repentinos que le obligan a tomar medicamentos de por vida. 

“Siempre estaba triste, sin deseos, sin posibilidades de nada, hasta que encontró el empleo en la clínica, su vida recobró brillo, estaba ocupada siempre, platicaba, se entretenía, pero llegó el coronavirus y la disminuyó”, agrega. 

Interviene Blanca, otra hermana de Martha, quien vive en el lado opuesto de la ciudad:” Pobre de mi hermana, siempre emproblemada, sin deseos de nada, negativa para todo, ya no quiero ir a su casa porque me deprime su actitud”, revela. 

En septiembre pasado Martha realizaba sus labores normales en el nosocomio, “era un lunes cuando salí a las seis de la tarde  y camine a casa, dormí un rato porque me levantaba temprano, pero desperté a eso de las nueve de la noche con dolor de cabeza, tos y lo que creí era gripa. Me tomé un desenfriol con un té, me dormí. A la mañana tenía dolor de cuerpo y me fui al trabajo, ya no me dejaron entrar tenía temperatura. Me atendieron ahí mismo y me diagnosticaron covid”. 

“Regresé a casa con medicamentos y sola, sin contagiar nadie pues no hay a quien, casualmente me habló Lalo (su hijo mayor) y sorpresa, me mandó un dinero y algunos alimentos”. 

“Fueron días de mucho dolor, creí que me iba a morir, daba pasos y me cansaba, no comía tampoco pues no tenía fuerzas. Parecía que estaba apestada, si de por sí nadie me visita con covid menos. Cecilia hasta me regañó, que no me cuidaba, ellos deben ayudarme para no salir “, reclama.

Así estuvo por unos veinte días, con medicamentos y luego caldos que le dejaban las vecinas en la puerta de la casa. Todavía siente cansancio al caminar, pero ya dio negativa la prueba.” Ya quiero regresar a trabajar 

Luego llora, pide a su hermano vía teléfono ayuda.” No tienes 200 pesos que me prestes, es que los debo y me van a venir a cobrar más tarde”. Recibe una respuesta positiva y le depositan más de lo que solicita. 

Martha tiene 68 años de edad, es la mayor de siete hermanos y hermanas pero son una familia no unida, alejada que en ocasiones se ven una vez al año por estas fechas decembrinas. 

Procreó cuatro hijos, el mayor que no acude nunca con ella salvo en Navidad y Año Nuevo, pero sólo, nunca con su esposa y si acaso con sus pequeños hijos. “Se avergüenza de mí pobreza, de mi casa”, dice en relación a la actitud del muchacho que se h casado con una mujer de buena posición económica. 

Le sigue una muchacha divorciada con dos hijos adolescentes que viven cerca de Martha y, que son los que la ven periódicamente y dos hombres más, veinteañeros que han hecho su vida y jamás regresan salvo Navidad y fin de año. 

“Es difícil vivir así, y ahora sin trabajo uno de mis hermanos me ayuda para comprar algo de mandado, pagar los servicios de luz y gas. Sigo mala, los desmayos me dan cada mes y medio aproximadamente, ahora con este problema de la presión de no tener trabajo y comida me dan a la semana”, añade. 

“No pago renta pero la casa es del mayor, está a su nombre así la puso su papá cuando me divorcié. Solo falta que venga y me eche, son mal agradecidos. Llamé a la clínica haber sí hay trabajo, me dijeron que me llamarán”, dice. 

Interrogada acerca de la sabrosa elaboración de tamales que hace, Martha alude a su enfermedad pero asegura que si su hermano le ayuda hará la proxima navidad unos cuantos de frijol, carne, queso y de azúcar, aunque advierte: “quien sabe si quieran venir a verme en esta fechas, a la mejor me encuentran ya tiesa; sería lo mejor a nadie le hago falta”, exclama en el tono de negatividad que le ha caracterizado en su vida. 

Por Admin

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