Por: Antonio Sánchez R.
¡Arre… pentidos!
Una de las promesas de campaña vertidas por el todavía gobernador, Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón y que fue quizá una de las que más votos le generó, fue la de que investigaría a la familia Medina y que en caso de encontrar culpabilidad, los metería a la cárcel.
Pero unas semanas después de la elección, se dio una señal muy parecida a algo así como un virtual “arre…pentimiento” en torno a dicha promesa, ya que luego de una plática con el gobernador Rodrigo Medina del la Cruz, en una improvisada rueda de prensa, el “Bronco” dijo que se investigaría a instituciones o dependencias, no a la gente.
Las reacciones no se hicieron esperar a nivel redes sociales y no faltó quien lo tildara de “rajón”, ya que en las palabras del próximo gobernador del estado advertían un paso atrás en sus propósitos de aplicar la lupa a todos los funcionarios de la administración estatal, incluido el propio gobernador Medina y su familia, a quienes se había acusado de diversos delitos.
No pasaron ni 24 horas para que Jaime contestara a esa reacción provocada por su supuesto “arre…pentimiento” y aclaró que “siempre sí investigaría gente” y obvio, la situación de las dependencias estatales. Pero como dicen por ahí, el primer golpe es el efectivo y ya el segundo, en donde intentó corregir, ya no tuvo la misma intensidad, más bien resultó contraproducente. Posteriormente, “cumplió” la famosa promesa, pero resulta que el ex gober estuvo solamente 19 horas en el “tanque”.
La expectativa que causó la candidatura de Jaime Heliodoro, desligado del partido en el que militó toda su vida, fue increíble y en cada uno de sus discursos tocó las fibras más sensibles de la sociedad, específicamente a la hora de señalar la presunta corrupción existente en el aparato gubernamental estatal.
Sus palabras fueron música para los oídos de quienes deseaban escuchar eso y la esperanza empezó a crecer y finalmente la acumulación de frustraciones, enojo, coraje y reclamos en contra del bi partidismo, rindió los frutos deseados y por primera vez en la historia, un candidato sin partido obtiene un triunfo claro y contundente, incuestionable.
Jaime falló en la mayoría de las promesas realizadas. Durante mucho tiempo olvidó que la campaña ya había terminado y que lo que le interesaba a la gente era tener la certeza de que cumplirí lo prometido, de que no se echaría para atrás, pues provocaría que los ciudadanos que le dieron su voto se sintieran “arre…pentidos” de haber creído en él, en sus promesas de transformar Nuevo León partiendo de la aplicación de la justicia a rajatabla, lo cual finalmente ocurrió.
La elección de aquel 7 de junio de 2015, sirvió para mostrar el nivel de hartazgo al que llegó la sociedad en Nuevo León, provocado principalmente por tantos años de ineficacia e ineficiencia de los gobiernos surgidos del PRI y del PAN, partidos que se alejaron definitivamente de la gente y enfocaron sus baterías en los intereses de partido, en intereses de grupo y hasta en intereses personales.
En aquel entonces, a las urnas se volcaron todos los sentimientos y los resentimientos acumulados durante mucho tiempo. Se necesitaba un líder y de repente, desde las mismas filas de uno de los partidos hegemónicos, surgió la mítica figura de un hombre que había adquirido fama de “entrón”, de “valiente”, de “Bronco”, pues.
Y el “click” se dio. Con una estrategia bien elaborada, en la que destacó la imagen permanente del ranchero de botas vaqueras y sombrero, que no se quitaba ni para comer, se dio en el centro del objetivo. Era sólo cuestión de tiempo para que todo eso funcionara. La “guerra sucia” orientada hacia el “Bronco” en vez de disminuirlo, lo hizo crecer y más de un millón de electores le dieron su confianza y su voto.
Pocos lo podían creer. Pocos, incluso, muy pocos, lograban entender qué era lo que estaba sucediendo a la hora en que el famoso conteo le estaba dando la ventaja a Jaime, a tal grado de que llegó el momento en que la tendencia era irreversible. Nadie podría escamotearle su triunfo, pues éste, había sido aplastante.
Hoy, Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, ese gobernador que llegó con tantas expectativas y que generó tantas esperanzas, está cerrando un ciclo muy cuestionable, con escándalo tras escándalo y todo esto deberá de ser analizado muy detenidamente por quien está en vísperas de ocupar su lugar en el Palacio de Cantera, Samuel García Sepúlveda, pues ante esto, deberá poner sus barbas a remojar, no vaya a ser que se las corten antes de tiempo.