Óscar Tamez Rodríguez
En la revocación, los grandes perdedores fueron los organizadores de la fiesta, no el INE quien coordinó la operación; me refiero a quienes insistieron en realizar un ejercicio inútil, estéril y amañado.
Como en cualquier fiesta, la democrática demanda invitados, podrá haber todo: música, banquete, bebida, pero si no acuden los invitados, aquello es un fracaso, eso fue la revocación organizada desde la 4T.
Los resultados evidencian un vacío. Números donde uno gana con más del 90% de los sufragios no se ve desde la primera gran caída del sistema político mexicano en la elección de 1976 cuando la oposición le hizo un vacío al partido hegemónico y dejan a José López Portillo como candidato solitario a la presidencia.
La reacción no esperó, para 1977 llegó la reforma a la legislación electoral donde se daba mayor apertura a la pluralidad política con las diputaciones de representación proporcional y los requisitos para formar nuevos partidos, entre otras modificaciones.
Dudo que en esta ocasión exista apertura por parte del gobierno al reconocer su fracaso, por el contrario, todo apunta que buscará apoderarse del sistema político, regresando a esos tiempos donde el gobierno coordinaba y calificaba las elecciones.
El lunes 11 de abril (al cierre de la columna), la participación ciudadana registrada en la autoridad electoral era de 17.71% de participación; le faltó el 22.29% de votantes para lograr la vinculación del resultado.
Tan sólo llegaron 16,442,965 electores, de ellos 277,555 fueron nulos y 1,059,994 por revocar el mandato; 15,105,416 se registraron por la continuidad del mandatario. Esos números equivalen a 1.68% de votos nulos, 6.44% por la interrupción del gobernante y 91.86% por su continuidad; esto en sí mismo es un fracaso para los promotores, se quedaron solos en la fiesta, los invitados no llegaron, bueno, llegaron muy pocos.
Sin la operación de los movilizadores aquello habría sido un peor desastre, hasta el dirigente de Morena acarreó gente a votar, al margen de estar al filo del delito electoral, evidencia la desesperación por el vacío.
Una mayoría de los 15 millones de votos por la continuidad del mandatario no fueron orgánicos sino pautados. Veamos ejemplos: En Nuevo León donde Morena no tiene fuerza, la participación decreció a 10.75%, de ellos, 15.48% fue por la salida del gobernante y 83.52% por su permanencia, ocho puntos porcentuales menos que la media nacional.
En los estados donde hay elección y la maquinaria morenista está engrasada, ahí se despacharon en grande: Oaxaca tuvo un 23.58% de participación con 94.74% a favor del mandatario y 3.38% en contra. Quintana Roo con 21.46% de participación y el 94.92% a favor, sólo el 4.07% en contra. Un tercer ejemplo es Tamaulipas donde la participación llega a 17.92% de los cuales el 93.62% es por la continuidad y el 5.03% por la salida anticipada.
La CdMx, la casa de la delfina en la 4T, alcanzó 19.74% de afluencia en las urnas con 88.21% de votos por AMLO y el 10.35% contra su mandato. Esto debe prender alertas pues casi duplican la media nacional los votos contra el mandatario, los cuales, también son contra Claudia Sheinbaum.
No podemos asegurar cuáles serían los resultados sin la operación de los morenos, pero sin duda habría sido al menos, un 30% menor, con un desastre de mayores magnitudes para los organizadores.
En la 4T aseguran que es un momento histórico y sí lo es. Pero no como quisieran. Es una triste memoria histórica donde el gobernante y los suyos no tuvieron convocatoria, además que el pueblo bueno y sabio les dio la espalda.