Por Salvador Hernández LANDEROS
De acuerdo a estándares de productividad en empresas, el empleado calificado que no alcanza los niveles de superación es despedido, aquí o en China.
El fiscal general, Gustavo Adolfo Guerrero, nada más por los pobres resultados obtenidos, en el sector empresarial ya lo hubieran corrido del puesto.
Gustavo Adolfo ha salido muy caro durante los años que ha fungido como fiscal general y, anteriormente, como presidente del Tribunal Superior de Justicia.
Sobre él y su séquito de colaboradores, hay severos señalamientos, incluso, varios vídeos en los que aparecen haciendo derroche del presupuesto oficial.
La institución que encabeza tiene un presupuesto que no está a la altura de sus resultados. Y pese a ello, el Fiscal, cada año exige un incremento sustancial.
En la administración anterior, el fiscal general y el exsecretario general de gobierno, Manuel González, discreparon por el incremento al presupuesto.
Ante la indiferencia del Congreso, colectivos de género exigirán resolver el fallecimiento de Debanhi Escobar, o bien, el cese del Fiscal y su grupo.
Por la inconformidad generada en la deficiente investigación, Gustavo Adolfo reaccionó con el cese de dos mandos y, para variar, “la cuerda se reventó por lo más delgado”.
Rodolfo Salinas, fiscal especializado en Personas Desaparecidas y Javier Caballero García, fiscal especializado en Antisecuestros, fueron destituidos “por su actuar” en las indagatorias.
Por la trascendencia del caso, el fiscal Guerrero, por transparencia en su decisión, debería informar “cuáles fueron los errores y omisiones que cometieron los dos mandos”. Nada más para evitar cacofonías.