Por Raúl Victoria Iragorri
Estimado colega:
A ti me dirijo, a ti lector que te despierta curiosidad el título con que inicio esta comunicación, a ti en particular me dirijo. Aunque seguramente te intrigará saber el porqué te llamo colega y no obstante que apenas nos vamos a conocer en esta oportunidad, intuyo que hablamos un mismo lenguaje, no muy fácil de considerar como tal pero que todos los seres pensantes estamos capacitados por naturaleza a aprender y utilizar. Que algunos o muchos lo desconozcan o no lo utilicen, eso ya es harina de otro costal. Pero de que está presente, lo está.
Ese lenguaje es, al mismo tiempo, una sabiduría interior que nos hace actuar en la dirección correcta, cada vez que lo decidimos y es más, que lo pensamos simplemente, siendo inmensamente valiosa en nuestra vida cotidiana, llámese familiar, profesional, colectiva, de relaciones humanas o de la índole que sea. En todo momento y en todo lugar, podemos hacer uso de esa sabiduría, porque intuitivamente sabemos que los pensamientos que genera irán siempre en la dirección correcta. Serán, en pocas palabras, eficaces, en todo lo que el término pueda implicar.
Lo curioso de todo, a final de cuentas, es que ese lenguaje nadie nos lo enseñó como tal. El ser individuos racionales, aunado a todo aquello que hemos captado y aprehendido a través de nuestros cinco sentidos, finalmente nos ha permitido conocerlo y usarlo. Una vez que descubrimos el tener o poseer este conocimiento, jamás nos atrevemos a ignorarlo y de hecho, entre más tomamos conciencia de él, menos lo separamos de nuestras vidas. Cuando seguramente, siendo bebés, nuestra curiosidad nos llevó a tocar la flama de una vela, nunca más en nuestras vidas se nos habría de olvidar -al grado de asumirlo como una verdad universal- que un conocimiento correcto (no meter la mano al fuego), se convertiría para siempre en una acción correcta (su consecuencia natural).
La misma reflexión nos podríamos hacer en todas aquellas acciones en donde usamos este lenguaje. Sea que intuitiva o conscientemente así lo hagamos, ahí se encontrará invariablemente presente este mismo razonamiento.
Seguramente por encontrarnos sintonizados en la misma frecuencia, por virtud de éste, llamémosle genio interior que todos poseemos en potencia, ya podrás advertir con qué nombre podemos identificar este lenguaje, este idioma, o esta sabiduría, como le quieras denominar. Me refiero obviamente al lenguaje del sentido común, que intuitiva o conscientemente aplicamos. Digo que es un lenguaje, un lenguaje muy sui generis por cierto, ya que incuestionablemente nos brinda la oportunidad de interpretar y analizar una circunstancia determinada, a fin de transformarla en una realidad eficaz y conveniente para nosotros.
El poseer este lenguaje nos brinda también la oportunidad de ir seleccionando casi por reflejo condicionado, el medio o el espacio en el que nos movemos. Es más, somos generalmente reactivos a convivir o tener relación con personas que no hablen este mismo lenguaje. Nuestros amigos, nuestras decisiones familiares y de trabajo, nuestros juicios sobre el círculo que nos rodea, entre otras cosas, son sin duda altamente influenciados por esta realidad. Constituimos, por consecuencia, una especie de ejército silencioso de individuos, un ejército en donde todos somos generales y soldados rasos a la vez. Generales, por nuestra plena soberanía para tomar decisiones eficaces basadas en el sentido común; soldados rasos, porque compartimos con otros, en igualdad de circunstancias, una interacción en donde ese lenguaje es el hilo conductor.
Ahora te quedará claro, respetable lector, el porqué me tomé el atrevimiento de dirigirme a ti como colega, colega podríamos decir, en el conocimiento y manejo del lenguaje del sentido común. No quise usar de entrada esta expresión, pues probablemente me habrías ignorado. Más aún, fue necesario hacer todo este antecedente, para poderte transmitir la idea de que hay alguien que piensa como tú, siente como tú y actúa como tú, en todo lo que tenga que ver con reflexiones o decisiones apoyadas en el sentido común.
Aunque ciertamente integramos, insisto, ese ejército silencioso, de hecho andamos desperdigados por todos lados. No obstante esto, somos empáticos por naturaleza, ya que contamos con las claves precisas para identificarnos y conectarnos todo el tiempo, en una intensa intercomunicación que a veces se da verbalmente y en otras sólo de manera mental.
Aún cuando no nos conozcamos, compartimos temas que nos inquietan, nos preocupan, nos producen coraje o bien tenemos de ellos una opinión francamente negativa y de rechazo. No solamente cuestionamos o nos inconformamos con hechos y actitudes, sino que además sabemos en nuestrointerior -otra vez el conocimiento correcto de que hablaba con anterioridad- cómo las cosas podrían serdiferentes si ese mismo lenguaje fuera utilizado habitualmente por quienes son actores centrales de esos hechos y actitudes.
Uno de estos actores centrales, por cierto diría yo el más importante por el delicado cargo que ocupa en nuestro país, se ha dedicado a agredir sin pudor alguno y de manera brutal nuestro sentido común de millones de mexicanos en estos casi 4 años que lleva como presidente (así con minúsculas) de México. Los hechos para quién tenga tres dedos de frente en este grandioso pero sufrido país, están a la vista.
Te invito a que sigamos actuando e interactuando a través de éste blog que hoy arrancamos estimado colega con sentido…común. Mil gracias por tu valioso tiempo.