Monterrey.- En la historia policíaca de Nuevo León, el comandante Luis Alfonso Borghes Alonso ha tenido una participación notable en la resolución de importantes casos, los que, en su época, tuvieron importante espacio en la prensa, lo que hoy en día se diría, se hicieron virales.
Como en todo oficio y profesión, Borghes Alonso reconoce altas y bajas, pero está seguro de que si volviera a nacer sería policía, una actividad que le apasiona, a la que se ha entregado por décadas y que hoy en día está retirado temporalmente.
Como en el periodismo, en la investigación policiaca también se tiene informantes, contactos, fundamentales para el ejercicio de la actividad, lo que permite seguir una o varias líneas de investigación.
En este sentido, Borghes recuerda cuando “me dieron el pitazo de que habría un secuestro de un prominente hombre de negocios de la Ciudad de Saltillo, por el cual cobrarían un millón de dólares. El director de la entonces Policía Judicial, Fernando Garza Guzmán, no me creyó cuando le informe de lo que podría suceder”.
Recuerda que, en la madrugada, ya descansando en su casa recibe una llamada, era directamente Garza Guzmán, quien le dijo: “Parece ser que tenías razón, acaban de secuestrar al hijo de un importante hombre de Saltillo, y podría estar aquí los involucrados, así que vente inmediatamente”.
Con los datos obtenidos y la investigación, se detectó la casa de seguridad donde estaban los secuestradores, se les detuvo, eran cuatro y tenían en su poder el dinero.
A principios de la década de los años 80, recuerda, en la colonia Del Maestro, en el municipio de General Terán, se había registrado una serie de robos, 36 en total, todos de joyas.
Uno de los ladrones cometió el grave error de vender en la zona de tolerancia algunas joyas, las ofrecía y ofertaba; no faltó quien, tal vez un enemigo, denunció a la policía lo que estaba sucediendo.
Fue entonces cuando detuvieron al comprador identificado como Genovevo terrazas, quien adquiría las joyas y las fundía.
Un caso que le caló hasta lo más hondo al comandante Borghes, fue la muerte de su compañero Jesús Santana Alvarado, recién entrado a la Policía Judicial, y quien tenía días de haberse casado.
Sucedió durante el secuestro del Capitán Alfonso Domene, director del viejo penal del Topo Chico, cuando un grupo de internos, peligrosos, asesinaron al funcionario y luego exigieron vehículos para salir y huir.
Jesús Alcalá López, “El Huevo”, disparó contra el novato policía Santana Alvarado, quien cayó herido, y posteriormente falleció en un hospital.
La memoria del comandante Borghes Alonso le da para más, tiene en su archivo mental los casos, cómo sucedieron y resolvieron, pero también los que quedaron sin ser resueltos como el de la muerte con saña de un contador llamado Federico Elizondo Almaguer.
Los hechos que impactaron a la sociedad regiomontana se registraron en una casa de las calles de Carvajal y de la Cueva y Espinosa, en el centro de Monterrey. “El crimen fue con saña, pasional, tuvimos las líneas de investigación, pero no logramos nada, el caso quedó sin resolverse”, rememora.
Con 4 hijos y 11 nietos, en plena lucidez física y mental, el comandante Borghes recuerda que entró a la entonces policía Judicial en 1974 cuando el edificio estaba en las calles de 5 de mayo, a unos metros de Palacio de Gobierno; luego en 1975 fue comisionado a la Dirección Federal de Seguridad, para retornar en 1977 como chofer de Héctor Villagra Caleti.
Su más reciente encargo fue con la entonces procuradora de Justicia de Nuevo León, Alida Bonifaz, y hoy en día, este policía de oficio, con fuerza física y mental, se pone a disposición de “lo que salga en esta carrera”, lo que el destino depare.