Óscar Tamez Rodríguez
El sábado en una reunión entre amigos, con más de 20 años en amistad, de entender las diferencias que nos unen, sí, las diferencias pues somos un grupo plural en una pequeña mesa de cinco personas sobre el cual vale la pena reflexionar.
Entre la plática aderezada por una semita rellena de piloncillo, luego del correspondiente filete de carne asada, surge el tema de los valores axiológicos, el cambio de percepción entre las diferentes generaciones.
Se comenta que los jóvenes ya no tienen respeto por los viejos, a lo cual pensé que difiero, siento me respetan quienes tienen entre 15 y 30 años, pues pertenezco a lo que llamarían viejos.
Por supuesto que las formas de expresar los valores cambian, en mi adolescencia se hablaba de usted a los viejos, hoy nos tutean y hasta nos bromean, es su forma de interactuar, no creo por ello exista menos respeto.
El diálogo siguió, toca el turno a la dependencia de los jóvenes con los adultos, recordé mis primeros años de adulto (18 a 20), era un orgullo adquirir cosas con tu dinero, entre ellas, el carro viejo y semidestartalado pues al fin de cuentas no podías adquirir algo mejor, por supuesto que también influía el apoyo velado de los padres quienes no exigían el pago de una pensión tal cual.
Hubo consenso en cuanto que, en la actualidad, muchos jóvenes cercanos o pasados de los 30 años, ven en los padres un soporte a sus economías, en muchos casos siguen siendo hijos de familia con el privilegio de no costear los gastos de una vivienda.
Entre la charla recordamos que en EUA entre los 50´s y 60´s se da el fenómeno de los hijos quienes se independizan de sus padres, fuera por escuela o trabajo. Ese fenómeno dio reversa y fue más evidente luego del desplome económico de los años 2007 en delante.
Actualmente en México, los hijos han prolongado su estancia como dependientes de sus padres, al grado que por ahí existe la expresión de adultescentes (adultos con conductas de adolescente).
Otro tema que surgió fue el de la partida, ¿Qué nos llevamos cuando nos vamos (morimos)?, ¿Por qué tanto amor a lo material?
Mi respuesta, la cual no es la de todos, ni la suya amable lector, es que no me preocupa lo que me llevaré, sino lo legado por mí.
Soy creyente en un ser supremo (católico), convencido que hay una vida luego de la vida material, pero desconozco cómo será, si allá reviven mis recuerdos, si convivo con personas queridas, si hay amanecer y anochecer y tantas dudas más, pero ya lo sabré cuando llegue el momento, lamento para entonces no poder contarlo.
Me gustó mi respuesta, me preocupo por lo que dejo y no en referencia a lo material. Siendo poco lo acumulado, todo es para mi esposa y luego de ella, no importa en manos de quien quede el patrimonio, al final de cuentas, el árbol por mi sembrado es para que me dé sombra, no para la cosecha de frutos en 40 o 50 años, ese es asunto de quien será propietario del árbol en el futuro.
Me apasiona la historia, es una forma de legar, de aportar algo mío cuando ya no esté. Cada persona debe encontrar dónde testar para las generaciones venideras.
Me esfuerzo por pasar de aprendiz de historiador para llegar un día a ser maestro historiador, miembro del tercer grado de la historia. Lo practico porque soy convencido que, de esa forma en alguien sigue viva la contribución que haga.
Concluí en meditar que nos preocupamos por lo que nos llevamos y no por lo que dejamos: Legar un buen nombre, un orgullo a la siguiente generación, una memoria por recordar.
Hoy trabajo más en lo que debo dejar y no en las cuentas a rendir.