Gerson Gómez
A destiempo. Con mucha anticipación. Lo cierto es, quien se mueve antes, no sale en la foto. A dichos del jerarca extinto. Retar al presidencialismo, incluso de su partido, no marca presión ni acelera procesos. Desde Dallas Texas, la camarilla panista, lo hizo en un restaurante de tercera, el revivir la figura del exiliado impostor Ricardo Anaya. Donde todo es posible, hasta el aroma a garnachas, refrescos de sabores y familiares del ex candidato presidencial. En Nuevo León, el diputado lobista, Idelfonso Guajardo, a modo con desertores del priismo nacional, simpatizantes del ex secretario de economía y detonador del área contigua a la zona metropolitana de Monterrey. Idelfonso quiere. Asume ser el personaje de contrapeso. Lo ilumina sus seis años en el cargo federal. Menciona la meteórica carrera e incluso lograr la supervivencia del Telmec con el equipo de tiburones de Donald Trump. Tiene razón Idelfonso. Es un candidato genuino. Conoce los proyectos federales a 20 años por delante. Incluso donde aún no se han hecho públicas las tareas de progreso social. En sus reuniones durante la época de diputado federal, extendió invitaciones para invertir, con toda la información privilegiada. Cobrar en los momentos como los actuales, el patrocinio de convertir la imagen en presidenciable. Idelfonso está muy lejos de la meta real. En el centro del país, donde se fabrican sueños, mover las plantas, factorías y personal humano, puede servir mucho al estado de México, al grupo Atlacomulco. En esa determinación, haría quedar como fanfarrón a Guajardo. Descarrilándolo de toda intención presidencial. Sus inversionistas solo poseerían títulos de propiedad de tierras estériles y de valor cero en Nuevo León. sonico2@hotmail.com
