Cosas del Tony
Por: Antonio Sánchez R.
El poder legislativo se ha transformando radicalmente. En el pasado, llegó a funcionar como lo que realmente era: la máxima tribuna en la que se deliberaba y se exponían los asuntos más importantes para la nación y hoy, hoy no es otra cosa más que un compendio de banalidades, esto es, se ha convertido en una verdadera “hoguera de las vanidades”.
Nuestros diputados, locales o federales e inclusive los senadores. se placean en las redes sociales, a la vez que se publica la lista de jugosos beneficios económicos que reciben durante su gestión. Presumen quiénes son los más sexis, los más jóvenes, los más experimentados.
Al parecer, ninguno de nuestros legisladores alcanza a percibir el oneroso gasto que representa Poder Legislativo, gasto en el que no necesitamos decir que sus sueldos, son dinero prácticamente tirado a la basura. En su momento, Enrique Peña Nieto reconoció la existencia de un exceso de representantes en ambas cámaras.
Nada más para que se de cuenta del tamaño del dispendio, cada diputado federal recibe poco más de 70 mil pesos mensuales para “informar” a sus representados de los asuntos del Congreso. Además, su sueldo es extraordinario, reciben apoyos para viajar a sus lugares de origen, vía aérea y en “primera clase”.
A lo anterior, hay que agregar sueldos y compensaciones de asesores, jefes de prensa, choferes, secretarias y ayudantes. En el caso de los legisladores federales, cuentan con bonos de comida para los mejores restaurantes, gastos de hotel y transporte, entre una larga ristra de beneficios más, difíciles de encontrar entre los sueños de un ciudadano común.
En su campaña, Peña Nieto prometió cambios en el Congreso de la Unión. Todo quedó en promesa. Dijo que habría sólo 300 diputados, además de una sensible reducción en la cámara alta. Si se concretara esto, se reduciría en un 40 por ciento el gasto legislativo. Las medidas propuestas, hubiesen permitido un ahorro aproximado a los 250 mil millones de pesos. Alta burocracia y asesores estaban incluidos. Pero de eso… ¡nada!
Peor aún: los legisladores pueden ahorrar hasta un 12 por ciento de su sueldo, recibiendo otro tanto por cuenta del erario federal. Así, al término de su gestión reciben un jugoso cheque que, sumado a todos los que se emiten, generan un egreso de miles de millones de pesos, verdadera fortuna distribuida entre 500 afortunados representantes “populares”, que viven en “Jauja”, mientras el pueblo sufre los estragos de la pobreza extrema.
En un país con más de 50 millones de personas en extrema pobreza, presupuestos como el asignado al INE, a los magistrados del poder judicial o hasta a los funcionarios de la nueva “mafia del poder, significa una mentada de madre para esa gente que sufre el día a día, mientras líderes de partidos y propietarios de franquicias partidistas se hacen cada vez más ricos. Los diputados mismos podrían revertir todo esto pero ¿sabe usted cuándo lo van a hacer? En efecto: ¡Nunca!
Llama poderosamente la atención el hecho de que el actual “mandamás” traiga entre ceja y ceja al organismo electoral, con el objetivo de llevarlo a su desaparición para volver a los viejos tiempos en que las elecciones las organizaba y calificaba el propio gobierno. O sea, las intenciones presidenciales son volver al pasado, a los tiempos del “carro completo”.
Y si el dispendio a nivel federal llama la atención, los congresos estatales no se quedan muy atrás. Por lo menos en Nuevo León, es prácticamente la misma historia: sueldos estratosféricos para un trabajo cuestionable, además de bonos y compensaciones por cualquier cosa. Misma historia, mismo cuento y mientras tanto, como dice mi amigo Lauro Ovalle, el “pueblo agachón” nomás no reacciona. Pero…, están cerca las elecciones y ya veremos si los electores se cobran alguna factura o cuenta pendiente. ¿Será?