Teresa Sepúlveda
“Algunas veces las personas deben enfrentar la muerte antes de enfrentarse a la vida en su totalidad”, escribieron Dorothy Jongeward y Diu Scott en su libro “Mujer triunfadora”.
Si tu vida fuera una película, ¿has examinado tu propio guion?
Pues bien, es momento de sentarnos frente a la enorme pantalla de cine y ver la trama, no sin antes tener a la mano unas palomitas y un refresco.
Lo que hemos sentido, lo que hemos visto, los aromas que evocamos, los inolvidables sabores, los colores de las cuatro estaciones, lo que hemos palpado, apretado, rasguñado, amado u odiado, son parte de los ingredientes que han dado como resultado lo que ahora somos.
Ayer limpiando el librero me detuve a leer “Mujer Triunfadora”, especialmente las hojas que en mi adolescencia había subrayado en amarillo, donde las autoras Jongeward y Scott invitan a sus lectoras a examinar el guion de su vida. Para ello debemos imaginarnos como personas que han vivido cien años o más y que nos encontramos en el último día de nuestra existencia.
Es importante empezar por preguntarnos ¿Cuál es el título de la obra?, ¿cuál es el tema?, ¿quiénes son los personajes secundarios y qué papel hacen?, ¿cuál es la escena que más recuerdas?, ¿cambia o permanece igual?, ¿cuál es el punto decisivo de la obra?, ¿me ovacionan de pie?, ¿aplauden de forma educada?, ¿se duermen?, ¿se levantan y se van?, ¿de qué me arrepentí?, ¿qué siento no haber hecho?, ¿de qué estoy realmente contenta?, ¿hay algo que me gustaría cambiar o hacer más?
Las autoras de este libro señalan que los guiones triunfadores tienen como principal característica la “congruencia”, es decir, el cuerpo, la mente y el sistema de valores trabajan juntos. Existe unidad entre lo que una persona piensa, siente y hace.
¿Qué tanto vivimos lo que decimos?, ¿qué tanto pensamos en nuestra vida y en el camino al que nos dirigimos?, ¿reflexionamos sobre nuestros sentimientos o sobre aquello que hacemos?
La mayor parte del tiempo juzgamos lo que otros hacen; especialmente ha nuestros políticos y sus decisiones, pero, somos incapaces de vernos y asumir nuestra propia responsabilidad en este planeta. Es más, a veces incluso desconocemos nuestro propósito de vida.
Al final de la vida, me pregunto cuántas personas podrán decir realmente que nos conocieron, porqué a decir verdad, desde que se puso de moda la felicidad en las redes sociales, hemos sido inhibidos para mostrar lo que realmente somos y sentimos.
El tiempo de pascua me ha hecho reflexionar en la inexorable ley del tiempo, en la importancia de hacer que cada día sea especial, único y diferente. De una u otra forma todos hemos experimentado el encono, el dolor y el sufrimiento; pero también la alegría y el amor.
El papa Francisco en la homilía del domingo de resurrección hizo un llamado “Apresuremonos a superar los conflictos y las divisiones, y a abrir los corazones a quien mas lo necesita. Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad”. “Obtengamos la fuerza para preservar el bien”.
Hoy quiero dar gracias porque estoy viva y puedo trabajar por el mejor guion de mi vida; porque al igual que muchas y muchos he pasado por desiertos y tormentas y en el dolor y la tristeza he encontrado el verdadero amor y la nobleza del ser humano.
Vivir la resurrección es abrazar nuestra propia existencia.
Felices pascuas.