Este es el título de la historia de un grupo de jóvenes que descubre por accidente el plan de un grupo terrorista para crear una máquina del tiempo con el propósito de viajar al pasado y cambiar el curso de la historia. Un tanto parecido a ciertos libros de J.J. Benítez.
Uno de estos jóvenes, aparece justo en el huerto de Getsemaní mientras Jesús, en agonía, pide ayuda al Cielo para soportar la copa que estaba por venir.
Y en esta escena, el guión ofrece una interpretación que tocó mi corazón: a Jesús sufriendo no por lo que va a padecer en sí mismo, sino por la angustia de no saber si Pedro y sus seguidores resistirán verlo a Él sufrir y morir, y seguirán creyendo en el Plan de Dios.
Y no encuentro fallas a su lógica, considerando que Jesús se despojó a sí mismo y no se aferró a su posición, sino a la idea de salvar a la humanidad que todo el tiempo ha estado perdida y dudando de Dios.
No fueron los latigazos los que hicieron callar a Jesús en pretorio, era su amor por ti.
No fueron los clavos los que detuvieron a Jesús en la cruz, éramos tú y yo y nuestras familias.
No fue la tumba la que sepultó a Jesús, sino nuestras rebeliones, pero Él cargó y nos libró de todas ellas, por amor.
Y no fue porque nosotros fuéramos buenos o porque lo merecíamos, sino porque éramos débiles y lo necesitábamos, que Él nos amó primero.
No vivas una Pascua negra, bendice a Dios por el gran regalo de la salvación y vive diferente.
¿Crees esto? Habla con Dios, lee la Biblia y descúbrelo. Solo la Verdad te hará verdaderamente libre.
1 Jn. 4:19 | Cor. 1:23-24
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