dom. Dic 22nd, 2024

Clara Villarreal

Cuando las heridas de la infancia son ignoradas o nos son abordadas adecuadamente, pueden tener un impacto profundo y duradero en la vida de una persona. La vida es un lienzo en blanco, en el que cada uno de nosotros tiene el poder de escribir su propia historia. Tenemos el derecho innegable de elegir cómo queremos vivir nuestras vidas, qué camino seguir y qué decisiones tomar. Pero en ocasiones, parece que olvidamos este sagrado derecho y caemos en patrones autodestructivos que nos impiden evolucionar y crecer como individuos. Nos sentimos merecedores y siempre buscamos a quien culpar. Es curioso como a veces actuamos como si tuviéramos ojos, pero no viéramos, oídos pero no escucháramos, y corazón pero no sintiéramos. Nos aferramos a comportamientos autodestructivos, relaciones tóxicas o adicciones dañinas, a pesar de saber que nos están haciendo daño. Nos autoengañamos, justificamos nuestras acciones y nos aferramos a nuestras zonas de confort, incluso si nos mantienen atrapados en una espiral descendente. La evolución personal es un proceso desafiante. Requiere enfrentar nuestros miedos, salir de nuestra zona de confort y confrontar nuestros propios errores, llorar y aceptar nuestras heridas de la infancia y aprender a detectar nuestras debilidades. Pero para aquellos que creen que lo tienen todo, puede ser aún más difícil. La complacencia, la arrogancia y la sensación de superioridad y merecimiento, pueden ser barreras poderosas para el crecimiento personal. Nos ciegan a las señales de advertencia y nos impiden ver la verdad de nuestra situación. Pensamos que lo sabemos todo y que no necesitamos cambiar, pero en realidad, estamos estancados en un ciclo de autodestrucción. Es importante recordar que el derecho de joderse la vida uno mismo es sagrado, pero también conlleva responsabilidad. Las heridas de la infancia no resueltas pueden afectar negativamente la capacidad de una persona para establecer relaciones saludables. Las personas que han experimentado traumas en la infancia pueden tener dificultades para confiar en los demás, establecer límites adecuados o expresar sus emociones de manera saludable. Esto puede conducir a la formación de relaciones tóxicas o a la incapacidad de establecer conexiones emocionales significativas, lo que puede resultar en sentimientos de soledad, aislamiento y desconfianza. Además, las heridas de la infancia pueden tener un impacto profundo y duradero en la vida de una persona; y si aparte estas no son abordadas pueden influir en la forma en que una persona ve el mundo y a sí misma. Esto puede llevar a una visión distorsionada de sí mismo y del mundo, lo que a su vez puede influir en las decisiones y elecciones de vida que una persona haga. La verdadera evolución personal requiere humildad, autoconciencia y un compromiso constante con el crecimiento y la mejora. Significa reconocer que no lo sabemos todo, que todos cometemos errores y que siempre hay espacio para crecer. Requiere dejar de lado la arrogancia y la complacencia, y en su lugar, estar dispuestos a enfrentar nuestras debilidades, aprender de ellas y avanzar hacia una vida más plena y significativa. Aprender a ver con claridad, escuchar con atención y sentir con el corazón es fundamental para nuestro bienestar y nuestro crecimiento como individuos. Así que recordemos siempre que tenemos el poder de escribir nuestra propia historia y que está en nuestras manos tomar decisiones conscientes y positivas para nuestra vida. Recuerda: “Todos somos proceso”. Twitter: @claravillarreal contacto@claravillarreal.com

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