Teresa Sepúlveda
“El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices” Oscar Wilde.
En México como en muchas partes del mundo hay muchos niños felices, que tienen todo lo que desean, pero también hay otra parte, que carece de lo más mínimo para vivir.
Los niños tienen derecho a la salud, a la educación, a una vida sin violencia, a una identidad, pero, ¿Quién hará que estos derechos sean una realidad en su vida?
En México viven cerca de 15 millones de niños de entre 5 a 11 años, lo que representa el 11% de la población. De aquí tenemos que más de 4 millones no asisten a la escuela , según datos de UNICEF. Una información muy desalentadora si pensamos en que ellos son el futuro de México.
Además otros 600 mil están en riesgo de dejarla por falta de recursos, lejanía y violencia; y para colmo, los que sí van a la escuela, tienen un aprovechamiento bajo, es lo que la OCDE llama “pobreza de aprendizaje”.
Únicamente 2 de cada 5 adolescentes en pobreza extrema, continúan sus estudios más allá de la secundaria.
Los niños en México también tienen que lidiar con la obesidad infantil; nuestro país está en los primeros lugares a nivel mundial.
Las cifras oficiales de UNICEF señalan que 1 de cada 3 menores de entre los 6 y 19 años padece sobrepeso u obesidad. Agregale que 1 de cada 8 niños menores de 5 años sufre desnutrición crónica.
Por otra parte, encontramos que como consecuencia del confinamiento vinculado a la pandemia hubo un incremento en los delitos por violencia doméstica.
También seguimos lidiando con los embarazos adolescentes, según datos del Consejo Nacional de Población, tan solo en el 2021 hubo más de 373 mil 881 partos de adolescentes y cerca de 9 mil casos sucedieron en menores de 14 años.
Otro problema a resolver es el de los niños en condición de calle y la normalización del trabajo de los menores, quienes en muchos casos apoyan la economía familiar.
Estos datos nos dan cuenta de la gran deuda que tenemos con nuestros niños; por eso juntos sociedad y gobierno tenemos la obligación moral de hacer todo lo que sea posible para que vivan una vida libre de abusos, abandono, violencia y falta de oportunidades.
Los niños merecen una infancia feliz.
Finalmente me despido con una frase del reformador social Frederick Douglas: “Es más fácil criar niños fuertes que reparar hombres rotos”.