Por Salvador Hernández LANDEROS
Qué tanto preocupa que el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio, en su vestimenta use calcetines color de rosa. Y si le gusta, cuál es el problema.
El alcalde de la segunda ciudad más importante de México puede vestir como a él le venga en gana. El estereotipo del pasado permitía la crítica. Eso ya pasó.
El color rosa en el sexo masculino, se puso de moda y modo, hace 50 años en la camisa. El buen vestir estaba y está en combinarle con un selecto traje.
La camisa y corbata color rosa feúcha se combinaba con traje gris perla, azul o negro. Y no por eso se perdía masculinidad. Como dicen, antes, al contrario.
Si al alcalde Colosio le place usar calcetines color rosa, muy su gusto. Quien quita y como estrategia pretendió enviar un mensaje a alguien. Por algo fue.
No se equivoquen, si Luis Donaldo ha sido muy “open” en eso de la diversidad de género, no significa que así sea la nueva política. Eso es apertura social.
Cada quien se viste como quiere y como puede. Ni la vieja política y ni la nueva está sujeta a vestirse a la moda. La política es oficio, capacidad y resultados.
Si Colosio usa calcetines color de rosa y si en sus colaboradores había una que se declaró lesbiana, qué. ¿A poco con Samuel García no las hay?
Hace más de 60 años el mundo se cimbró y se convulsionó con cambios sociales estructurales. Vino el bikini, la minifalda, la música y hasta la salida del closet.
Hace años, en una corporación los mandos se reunían frecuentemente para echarse unos tragos y entonar, “Agujetas de color de rosa” bien entonados.
Desde que existe la llamada Fiesta Brava, dónde uno de los protagonistas se expone a una cogida, viste calcetas rosas y en el tendido le aplauden a rabiar.
El alcalde, gobernador, policías y periodistas, se pueden poner hasta calzones rosas, nada más que su actuar sea ético, profesional, honesto y capaz. Punto.