Recordando tantas cosas que mis padres (y maestros) me han enseñado, les quiero contar una anécdota a propósito de que esta semana celebramos a los que con vocación (y muchos sin ella) nos enseñan.
“Jesús le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después”. Yo tampoco entendía, pero ahora todo toma sentido.
Cuando fue el conflicto magisterial en el ’93, mi padre era delegado de los maestros del sur del estado y participó en una de tantas protestas en CDMX. Fue una época que lo veíamos muy poco porque mientras él estaba lejos no luchaba sólo por sus derechos, luchaba también los nuestros; en ese entonces yo tenía 12 años. En una de esas manifestaciones, ocurrió una experiencia significativa.
Pasando 20 años y siendo yo una de las encargadas de logística en un evento nacional aquí en Monterrey, escuché a Carlos Kasuga, director de Yakult en México, comentar en medio de una de las conferencias magistrales, la anécdota de que durante esa manifestación, él iba retrasado como invitado intérprete de la visita diplomática de Primer Ministro Japonés al entonces Presidente de México, que debió haber sido Salinas de Gortari.
La puntualidad japonesa es una de sus más arraigadas costumbres y a esa reunión llegaron tarde precisamente por el revuelo que había en el exterior. En su idioma natal, el Primer Ministro le preguntó a Kasuga que quiénes y porqué estaban protestando. Mientras él le explicaba con detalle, el Primer Ministro tomaba nota mental del asunto.
Llegando a la reunión, ambas partes ofrecieron disculpas, la internacional por la demora, la nacional por lo revoltoso del incidente.
Ese día, nuestro Presidente conocería la diferencia del valor del maestro entre México y Japón, porque allá el único sujeto que no está obligado a reverenciar al Emperador es el maestro, porque sin maestros no puede haber emperadores.
El día de esta conferencia, yo me sentí la persona más grande de esa habitación.
Hoy recuerdo también que aún cuando está luchando, el maestro está enseñando.
“A la sabiduría la reivindican sus hijos”. Escribió el médico griego que se convirtió en evangelista.
Yo quiero honrar la sabiduría de mis primeros maestros: mis padres, porque entendieron que si querían ser los mayores, tenían que servir a todos, tal como lo dijo El Maestro de todos ellos: Cristo.
¿Crees esto? Habla con Dios, lee la Biblia y descúbrelo. Solo la Verdad nos hará verdaderamente libres.
Jn. 13:7 | Lucas 7:35 | Mt. 20:26
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