Gerson Gómez
Vienen llevados por la inocencia de una palabra. Para quienes nada tienen la aventura es sagrada. El hambre les hace abandonar sus países. Las parcelas secas. Los alimentos sin quien los coseche. A los inmigrantes no les cabe el adjetivo de ilegales. Incluso quienes forman parte de la nación mexicana. Enfrentan el peor de los climas sociales. El rechazo de los ojos avizores. En la central de autobuses los del boleto premiado. Salen de los andenes. Caminan con sus mujeres e hijos. La cueva de ladrones los devora. Carteristas de mala entraña. Policías con salvoconducto para extorsionar. Ambos los roban en la esquina. La revisión de rutina o la pistola a punto de hacer fuego. Escrutados en la parcela donde las cámaras del C5 no alcanza. Claman por piedad. La misericordia solo llega en bandadas hasta los comedores de los pobres. La homilía obligada para pasar a la mesa. Sin dinero comer el único alimento en varios días. La frontera americana a un par de horas por carretera. Falta el tramo menos sencillo. Sin hogar y sin tierra. Bocas resecas. Este sol les cuartea hasta la lengua. Artículo 42 será el muro por donde no lograran pasar. Hasta ahí el final del sueño americano. Cruzar el rio Bravo-Grande no los recibirá con los brazos abiertos. Las prisiones texanas. El reloj de arena en contra. Ya firma la repatriación voluntaria. Volverán a intentarlo. Eso es seguro. Una mano abraza a la otra. Así interminable. Hasta el principio del abismo. sonico2@hotmail.com